domingo, 25 de julio de 2010

Y parirás a tus hijos con dolor...

Esta mañana de Domingo he escuchado en la radio a la extraordinaria Lila Downs y su canto de respaldo a la mujer y su denuncia ante las múltiples formas de violencia que ésta sufre a lo largo y ancho del mundo y en el curso de la historia.
Sabemos que la violencia contra la mujer no es nueva. De hecho, cuando en el Génesis el hombre la acusa “La mujer que me diste por compañera …” y el mismo Dios la condena “parirás a tus hijos con dolor…”, se instala en el imaginario una visión de la mujer como fuente del pecado y objeto del castigo, no por lo que cada una hace, sino por el simple y puro hecho de ser mujer. Y esto no es cuestión de la sociedad occidental solamente, sino que es compartido en otras culturas donde, al menos según las noticias, la mujer no tiene una posición privilegiada. Todo lo contrario.
Por cierto, nuestra copia feliz del Edén no iba a quedarse atrás. Los medios de comunicación se han empeñado en focalizar la violencia sobre la mujer en los actos de violencia física, que no son menores ni irrelevantes. Lo que pasa es que no son todos, ni siquiera los más frecuentes. Pero estos últimos se acallan o se invisibilizan convenientemente.
También encontramos la violencia verbal, dentro y fuera del hogar, en la calle y el trabajo.
La violencia psicológica, cuando se la disminuye por ser mujer o se la convierte en “mina” rebajándola en su rol de profesional, trabajadora, madre, en fin, como persona, transformándola en un pedazo de carne listo para ser consumido.
La violencia de los pasquines que cuelgan de los kioscos que las presentan como un objeto de consumo, (semi) desnudas, ofrecidas al apetito voraz de consumidores de todo tipo y a las violaciones simbólicas que ello conlleva.
La violencia institucionalizada cuando las isapres condenan a la mujer a pagar más que los hombres sólo por ser tal y correr el “peligro” de quedar embarazada.
La violencia que significa que los hombres dejemos que ellas carguen con todo el trabajo del hogar, aparte del trabajo fuera de la casa, como si los hijos fueran su culpa y única responsabilidad... además de atendernos a nosotros.
La violencia que ejercen las instituciones como los partidos políticos, las iglesias y otras organizaciones, que suelen dejarlas fuera o simplemente les niegan derechos que los hombres disfrutan.
La violencia que se multiplica cuando la mujer además es pobre y, para qué decir, es india. Pregúntenle a las mujeres del pueblo mapuche, del pueblo aymara.
En este marco, ciertamente las expresiones de la Directora de la JUNJI, Ximena Ossandón, no pueden ser más tristemente desacertadas aunque, eventualmente, no podría esperarse otra cosa. Y esa también es violencia...

miércoles, 21 de julio de 2010

EL QUE PUEDE LO MAS PUEDE LO MENOS o COMO UNIVERSALIZAR EL INDULTO

La propuesta de indulto del Bicentenario que propuso hace unos meses la jerarquía de la Iglesia Católica ha suscitado una cantidad impresionante de reacciones, particularmente cuando se lo plantea en relación a los condenados por violación a los derechos humanos como parte del terrorismo de Estado.
El presidente ha declarado que no dirá nada hasta conocer la opinión de los obispos católicos. No se ha expresado respecto de escuchar a otras iglesias, a la masonería, a los partidos políticos, a los familiares de las víctimas; mucho menos, considerar la legislación vigente proveniente de los acuerdos internacionales sobre el tema que nuestro país ha suscrito.
Pero lo más curioso es que el presidente al parecer no tiene opinión propia, o si la tiene, se queda en silencio, esperando lo que dicen los demás (no todos los demás, sólo algunos). ¿Olfato de goleador? ¿Buscando actuar sobre seguro? ¿Cálculo con cara de póker?
Aparte del hecho que no hay una postura oficial de quien tiene el poder del indulto, está la misma institución. Entendido como una gracia del príncipe, el indulto evoca épocas en que todo el poder estaba concentrado en el soberano. Pero ya pasaron esos tiempos. En la república hay separación de poderes. La institución del indulto es un relicto que sigue presente en parte por desidia o en parte por no hacerse problemas.
Ahora bien, si existe el indulto, PROPONGO QUE SE INDULTE UNIVERSALMENTE.
Indulto universal para los que tienen deudas con el Servicio de Impuestos Internos o la Tesorería General de la República.
Indulto universal para los deudores habitacionales.
Indulto universal para aquellos a quienes se les ha negado la ayuda financiera para subvenir los gastos que demandan sus enfermedades catastróficas no consideradas en el AUGE.
Indulto universal para los presos políticos, particularmente los presos del pueblo mapuche.
Indulto universal para los estudiantes y egresados que están endeudados por toda la vida con el crédito fiscal universitario.
Indulto universal para los que piensan diferente y han sido separados de sus trabajos en los diversos ministerios, como Mideplan, Ministerio de Educación, Ministerio de Salud, entre otros.
Indulto universal para todos los condenados de nuestro país: los condenados a la pobreza, a la enfermedad, a la soledad, a vivir en la intemperie o en la calle. Indulto universal para los condenados a la inestabilidad laboral, para las mujeres en edad fértil condenadas por las isapres, para los niños y jóvenes que son condenados sólo por ser pobres.
Indulto universal para que ya nadie viva con el alma llena de culpas insanas, indulto para todos los pecados –los reales y los imaginarios-, indulto para los condenados a la idiotez de la televisión y su ramplonería.
En fin, indulto universal: de todo y para todos.

sábado, 17 de julio de 2010

EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS.

En la copia feliz del Edén hay cosas que no se hacen, no deben hacerse. Una de ellas es abrir la boca y decir lo que uno piensa, particularmente cuando se está asociado a alguna institución como, por ejemplo, el Gobierno. En esta perspectiva podemos considerar las expresiones del Ministro del Interior en relación a la propuesta de indulto que se espera de la jerarquía de la Iglesia Católica. Pero también caben en la misma categoría las palabras del ex-embajador Otero.
Al parecer aquí entran en conflicto por una parte la libertad de expresión y, por otra, los intereses de grupos o instituciones. Es comprensible que si alguien participa en una institución (el gobierno, una iglesia, un partido político) de alguna manera supedita sus propias opiniones a las del grupo de referencia al que está adscrito o, más aún, representa. También, se espera que exista un campo importante de convergencia entre las convicciones personales y las propuestas institucionales. Lo contrario sería caer en la hipocresía.
De esto parecerían desprenderse algunas implicancias tanto para los individuos como para las instituciones en que éstos participan o representan.
Para los individuos, por ejemplo, podría plantearse
- No te metas en un grupo o institución si no crees en sus principios o propuestas
- Si lo haces, actúa como si estuvieras convencido; de otra manera serás expulsado del grupo o sacado del cargo
- Si, a pesar de todo, abres la boca y dices lo que piensas, luego tienes que declarar “no fue mi intención ofender a nadie” o “nunca quise señalar que estaba en contra de …”, o cualquier otra expresión que resuelva las cosas
- Si has abierto la boca y pedido disculpas, recuerda que en estas materias no hay olvido; mejor te buscas otro paraguas donde cobijarte, otro empleo, otro patrón
Para los líderes de las organizaciones o instituciones, también existen algunas lecciones y principios de acción derivados:
- No todos los que están junto a ti están ahí porque creen en ti o en tus propuestas; hay quienes están sólo por su propio beneficio
- Cuando pongas a alguien en un cargo, revisa primero su historial y, en todo caso, recuérdale a cada momento que representa a la institución y no a sí mismo
- Si dice lo que piensa, señálale la necesidad de disculparse públicamente y luego búscale un destino pero no a tu lado
- El discurso es más importante que los hechos; lo que sale en la TV es más real que la realidad; somos los buenos y ellos los malos.
Recuerdo a David Gallagher quien en un capítulo de “El desafío neoliberal” afirma que la hipocresía cunde por todas partes en Chile, y ello se asocia "al autoritarismo de su sala de clases". Por su parte, la RAE define hipocresía como “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. El arte del fingimiento parece ser todavía una condición necesaria para vivir en esta copia (feliz) del Edén.

martes, 13 de julio de 2010

LA COPIA FELIZ DE FINLANDIA

El Ministro de Educación escribe en la edición dominical de El Mercurio acerca de las propuestas que ha hecho una comisión de expertos. Aparte de agregar que los expertos son tales y que la comisión es plural desde el punto de vista político (califica de “técnico” el consenso, es decir, no político -¿una nueva ingenuidad ministerial?), el ministro expone algunos de los puntos de la propuesta de esta comisión. Hasta acá todo bien.

Pero nuestro ministro, con la creatividad que le conocemos, agrega un punto de su cosecha: “Esto pone a Chile en la ruta de países como Finlandia”.

El Ministro reduce el problema de la educación a la sala de clases (“el acento donde debe estar: en la sala de clase”, dice), es decir, en el profesor o profesora. Entonces, la clave está en tener mejores profesores. Para mejorar la calidad de los estudiantes de pedagogía sugiere puntajes de corte elevados para los futuros estudiantes de pedagogía (550 puntos indica el artículo). En efecto, se entiende que si los puntajes de corte son más exigentes, sólo ingresarán estudiantes de altos puntajes. No parece una deducción demasiado exigente. La pregunta es qué aliciente tendrán esos jóvenes para ingresar, si con un puntaje de este tipo podrían ingresar a otras carreras más rentables y menos expuestas que la pedagogía (un dato: en Finlandia casi el 25% de los egresados quiere estudiar pedagogía; sólo un 10% de los postulantes es aceptado).

Pero, la lógica ministerial tiene un sesgo monocausal: cambiemos la admisión a las carreras de pedagogía y la educación se asemejará a la de Finlandia; el resto se dará por añadidura. No parece tal.

Si el Ministro quiere seguir el camino de Finlandia también debería considerar otros aspectos. Por ejemplo, que allá prácticamente toda la educación es pública. Así es, y no sólo la enseñanza básica sino también la superior. A la vez, la educación pública es auténticamente gratuita (no existen los “aportes voluntarios” o “solidarios” o cualquier otro eufemismo para designar el financiamiento privado de la enseñanza pública). La educación privada representa menos del 1% de la escolaridad del país y se encuentra sujeta a la supervisión del Ministerio de Educación.

Por cierto los profesores finlandeses no tienen que enseñar doble jornada para hacerse un sueldo. Lo que el Estado les paga les basta para tener y sostener una calidad de vida razonable.

En cuanto a los estudiantes, no sólo los de pedagogía, tienen asegurado por vía del Estado su mantenimiento. En otras palabras, la educación no sólo es gratuita sino que los estudiantes también reciben una ayuda adicional para poder mantenerse. Hay que señalar que en Finlandia no existen las universidades privadas: todas son públicas, es decir, todas son propiedad del Estado, que las financia casi completamente y se responsabiliza de ellas.

En esta copia feliz del Edén, desde las playas artificiales a orillas del Mapocho, hasta la actual receta mágica para la educación. ¡Por favor!

Un dato para el ministro: visite El Rincón del Vago. Allí encontrará más información sobre la educación en Finlandia y se dará cuenta que no es sólo cosa de subir los puntajes de corte. Puede visitarla en http://pdf.rincondelvago.com/educacion-en-finlandia.html. No hay de qué.

sábado, 10 de julio de 2010

EL MUNDO AL REVES. DE CÓMO EN CHILE SE PROMUEVE LA EMPRESA PÚBLICA

En esta copia feliz del Edén hemos hecho un descubrimiento que ningún país, hasta donde se sabe, había realizado. Fundamentalmente se trata que lo privado ahora es público. En efecto, ya no hay distinción entre universidades públicas y privadas. Las universidades privadas también son públicas, puesto que prestan un servicio público. No porque su dueño sea el Estado, es decir, la sociedad chilena; eso no tiene nada que ver. Es la “vocación de mercado” lo que hace que algo sea público o no.
De esta manera la Universidad del Ratón Miguelito, que es privada pero presta un servicio público, es tan pública como la Universidad de Chile o la de Santiago o la de Talca o la de La Frontera. De aquí se pueden desprender importantes conclusiones que debieran ser tenidas en cuenta por todos.
Primero, si las universidades privadas cumplen el rol público, entonces ¿qué sentido tiene que existan universidades que se denominan públicas sólo porque su dueño es el Estado? Porque lo público o privado no está definido por la propiedad sino por la vocación. Privaticemos las universidades del Estado y ahora tendremos sólo universidades públicas (de propiedad privada, por cierto).
Segundo, si las universidades privadas (es decir, las reales universidades públicas) cumplen ese rol, entonces no habría necesidad de hacer discriminaciones odiosas en materia de financiamiento: todos deberían recibir su parte. ¿Y la Orquesta Sinfónica Nacional? Que vendan entradas, así se autofinancian los grupos artísticos. ¿Y el Servicio de Sismología? Que vendan información, por ejemplo a las constructoras y se financian. ¿Y la filosofía y las humanidades? En este caso específico… ¿qué es eso? De aquí se deriva la tercera conclusión.
Tercero: si algo no tiene valor de mercado, es decir, no se enmarca en el servicio público, entonces no vale conservarlo. Eso sí tendría un carácter netamente privado. Cualquier ciudadano puede estudiar filosofía o leer a los clásicos: es una cuestión completamente “privada”, es decir, personal. Claro que si hay un grupo dispuesto a pagar por ello, entonces surge el servicio público y todo se arregla, todo logra su equilibrio, todo está bien.
Cuarto, si el criterio articulador de todo es el de “sentido de servicio público”, entonces podríamos expandirlo al mundo de la salud: ¿para qué el servicio de salud pública si todos los servicios son públicos? Dejemos estos léxicos ambivalentes y transformemos todo en público.
Que se privatice la propiedad, mientras no se privatice la misión, ésa es la regla. Claro está que bajo este predicamento prácticamente toda la actividad económica es de carácter público: los supermercados prestan un servicio público, los guardias azules de los bancos al igual que la policía, las farmacias que están en cada esquina al igual que la farmacia del policlínico, las escuelas pagadas al igual que las sostenidas por el Estado.
En resumidas cuentas, los chilenos hemos logrado lo que ninguna de las revoluciones comunistas o socialistas han logrado hasta la fecha: tener un sistema completamente público, donde todos los ciudadanos tienen derecho a los servicios sin restricción alguna.
Claro que hay un par de cosas que dan sombra a nuestra copia feliz del Edén. Una de ellas, es que hay que pagar. Olvídense de la gratuidad. Si no pagas no hay servicio. Pero es un detalle. En general vivimos en el mejor de los mundos posibles.

jueves, 8 de julio de 2010

LA POLITICA DE LOS SEMAFOROS

Hace unas semanas, a raíz de los resultados de las pruebas del SIMCE, el Ministro de Educación anunció públicamente la política de los semáforos. Es conocida la medida: sobre el plano de la ciudad (por ejemplo, Santiago) se localizarán los diferentes establecimientos educacionales, los cuales tendrán colores: verde los de mejor rendimiento en el Simce, amarillo los de mediano rendimiento; rojo los de mal rendimiento.
El ministro, en uno de los alardes de imaginación que lo han caracterizado (baste recordar su pasada por el municipio de Santiago) ha inventado este semáforo. ¿O alguien se lo habrá sugerido? ¿Un amigo o colaborador quizás, o un infiltrado del otro lado?
Un semáforo es un dispositivo que regula el flujo vehicular en las calles: la luz verde indica que uno puede seguir adelante, tranquilo y seguro en la medida que respete las reglas. El amarillo es de prevención: hay que detenerse y cuidar de no pasar puesto que del otro lado puede venir otro vehículo. Es una luz de alarma que llama a detener el movimiento. Finalmente la luz roja: ALTO, no pasar, detenerse, so pena de multa. En otra mirada, es la lógica del autoritarismo que premia y castiga según uno se ajusta o no a las reglas (como el Simce, por ejemplo).
Si como padre o madre utilizo esta lógica, me dicen que los colegios de luz verde tienen autorización para seguir adelante, sin temor ni peligro, hacia el logro de sus metas. Los colegios de luz amarilla me indican ¡cuidado!: este establecimiento está a punto de tener luz roja (siempre es así en los semáforos: lo he comprobado mirando por horas el cambio de luces). En otras palabras, más vale no meterse con esta gente: están a punto de que les llegue la luz roja. Finalmente, las escuelas de luz roja están ahí, detenidas, sin poder moverse porque hacerlo es un delito. Naturalmente, hasta que les den la luz verde. Pero en un semáforo uno no se gana la luz verde: se la dan.
Si ahora miro el mapa veré con seguridad que las luces no están distribuidas aleatoriamente por la ciudad, sino que las verdes se concentran en algunas comunas, las amarillas en otras, y las rojas también. Y si vivo en una comuna de luces rojas no me queda posibilidad alguna de elegir una luz verde (aquí entra la lógica de la "libertad para elegir" que predicó Milton Friedman, sí, ese mismo).
¿Qué puedo concluir?
- que las luces verdes las pone la autoridad pero que seguramente es culpa de uno tener luz roja, puesto que la autoridad ha dicho que prefiere las verdes;
- que si tengo luz roja poco podré hacer para salir de allí: no tengo las claves para mejorar los indicadores ni tampoco puedo cambiarme a una comuna "verde"
- que si tengo luz roja estoy marcado y seguramente seguiré allí: la luz roja se transforma en un estigma más que en una señal transitoria
- que el ministro tiene poca imaginación (por no decir otra cosa).

Ministro, ¿por qué no reemplaza las luces rojas por luces doradas, indicando que allí pondrá sus preferencias la política del gobierno? ¿O será que les conviene que los pobres sigan teniendo educación de mala calidad?

CONFLICTO DE INTERESES

Julio 02 de 2010

Hay que ser claros y honestos: Piñera no inventó el conflicto de intereses. Lo que sí es un invento -suyo o de sus asesores- es "no sentir" conflicto de intereses.
El conflicto de intereses está presente en la tradición y normativa chilenas desde hace mucho. Se han dado avances en el tiempo; uno de los últimos aportes es el de la ley de transparencia. Las altas autoridades deben hacer declaración de sus bienes. Tampoco se permite que un matrimonio trabaje en el mismo servicio en relaciones de autoridad: se produce un conflicto de intereses. Y lo que es válido para el menor y más modesto de los servidores públicos, ciertamente y con mayor razón debe serlo para la más alta investidura nacional.
El conflicto de intereses no es una cuestión personal, de conciencia o sentido de responsabilidad. Se trata de un hecho objetivo: una persona que tiene intereses (especialmente económicos pero pueden ser otros: familiares, gremiales) se considera inhibida para tomar decisiones que eventualmente podrían afectar dichos intereses. Un presidente dueño de un canal de televisión no es libre para tomar decisiones en ese campo (designar miembros del Consejo Nacional de TV, decisiones sobre asignación del espectro electromagnético). Un presidente dueño de un club deportivo no es libre para decidir en el ámbito del deporte, especialmente en el fútbol (el Presidente es uno de los dueños del club Colo-Colo; pero también es el presidente de la república).
¿Se trata entonces que el presidente -el actual o cualquier otro- deba vender y liquidar todas sus acciones y participaciones en cualquier tipo de sociedad o empresa? No es necesariamente el caso, si bien es lo que más confianza daría al ciudadano común. En otros países hay formas de enfrentar y resolver estos conflictos -como el fideicomiso ciego- las que deberían ser estudiadas como alternativas a la simple venta de los bienes.
Cometió un error la vocera del gobierno cuando afirmó que el presidente no siente conflicto de intereses. Es muy posible que no tenga conflictos internos, su conciencia puede estar tranquila porque no ve que dichos conflictos existan. Una conciencia en paz. Después de todo vivimos en esta "copia feliz del Edén" que, desgraciadamente, es sólo un mito o, en el mejor de los casos, una figura literaria.
El tema del conflicto de intereses, como se señaló, es una cuestión objetiva más que un sentimiento personal.
Y lo que se afirma del presidente podría extenderse, por ejemplo, a parlamentarios y ministros y preguntar ¿cuántos de ellos son dueños o directores de universidades privadas -el gran negocio de la educación superior? ¿cuántos de estos próceres son dueños o tienen intereses en las clínicas privadas, en las Isapres -el gran negocio de la salud? ¿cuántos en el mundo del transporte, del medio ambiente?
El conflicto de intereses no es sólo un tema presidencial -aunque es lo que está en la discusión actual. Es algo que afecta y debe interesar a todos los ciudadanos.