jueves, 29 de mayo de 2014

EXCLUSIVIDAD UNIVERSITARIA DE LAS CARRERAS DE LA SALUD.

Se discute en el Congreso Nacional reservar el carácter exclusivamente universitario a las carreras de la Salud, específicamente las de Fonoaudiología, Kinesiología, Nutrición y Dietética, Obstetricia y Puericultura, Tecnología Médica y Terapia Ocupacional. Hasta la fecha solamente las de Medicina y Enfermería dicha exclusividad. Una fuerte discusión se ha entablado, llevando a la luz pública este debate. Por su parte, las instituciones que dictan estas carreras y no son universidades se ven enfrentadas a una situación que les afectará de manera radical: ya no podrán seguir enseñando ni titulando en ellas.

Aunque a primera vista esta medida pueda parecer importante y necesaria para el ciudadano común, la discusión tiene aristas que no pueden dejar de considerarse.

El principal argumento a favor que es exhibido públicamente se apoya básicamente en la garantía de calidad, dando a entender que por el hecho de ser universitaria una formación es automáticamente mejor que la no universitaria.   

Por otra parte, en un plano menos visible, ¿qué razones habría para sostener la necesidad de esta exclusividad? Primeramente, parece que hay una cuestión de prestigio social: los gremios siempre tenderán a la maximización del valor social de sus calificaciones, y en nuestro medio la universidad tiene un prestigio social superior a las otras instituciones formadoras. En segundo término, es una manera de regular la producción de profesionales, lo que se logra al disminuir por ley la capacidad de ofrecer las carreras a otras instituciones formadoras no universitarias. Tercero, podría decirse que también se trata de regular la admisión y limitar el acceso a estudiantes de bajos puntajes. Aquí estamos frente a estructuras argumentales de carácter implícito, no visibles, que señalan que hay otras racionalidades que sustentan este intento de exclusividad.

En cuanto al primer argumento, de la calidad, los hechos no dan la razón a este argumento. En muchos países del mundo desarrollado estas carreras, con excepción de Medicina, pueden ser enseñadas –y lo son– en institutos de educación superior no universitarios, con buenos resultados en sociedades muy exigentes en estas materias. Más aún, algunas de ellas se enseñan en menos tiempo que en nuestro país. Consecuentemente, el argumento de la garantía automática no parece ser el mejor.

Los gremios, ciertamente, tienen el derecho y el deber de velar por la calidad de la formación y el valor social de la profesión. Pero el argumento de la exclusividad no es el mejor si nos remitimos al párrafo anterior: hoy por hoy el carácter universitario no es garantía. En cuanto al control de la oferta, podría ser interesante si es que se está pensando en el bien del país y la sociedad, y no en los intereses locales de la universidad o de sus controladores. Por lo demás, nadie garantiza que las propias universidades no aumentarán la oferta, ya sea aumentando vacantes, abriendo sedes, o creando las carreras cuando no las tienen. Esto es particularmente preocupante teniendo a la vista experiencias de algunas universidades. 

El tema realmente crucial es el de calidad. Y la universidad por ser tal no es garantía. Lo que es garantía tiene que ver con cuestiones que se dan en algunas universidades, no en todas: investigación básica, aplicada, social de buena calidad; equipamiento actualizado; docentes de alta calificación y en número suficiente; un currículum planteado apropiadamente, sustentado en argumentos éticos, epistemológicos y ónticos, una estructura de acceso a campos clínicos que permitan una formación en contextos reales. Estas características se dan en algunas universidades, no en todas.

Consecuentemente, la exclusividad universitaria per se no garantiza calidad. Son otros los requisitos para mantener una carrera, y eso no tiene que ver con un “puesto asegurado” en el listado de las profesiones. Por cierto, lo mismo puede decirse de todas las profesiones que hoy gozan de exclusividad universitaria.