lunes, 23 de abril de 2012

DURACIÓN DE LAS CARRERAS UNIVERSITARIAS

El ministro de educación ha puesto sobre el tapete la cuestión de la duración de las carreras universitarias. Esto tiene dos aristas o lecturas: (a) la duración real de los estudios actuales y (b) la reducción de la duración del plan de formación.

Respecto de lo primero, el ministro tiene toda la razón; no es el único que ha levantado el tema, y desde hace tiempo ya el Estado ha promovido todo tipo de acciones en orden a disminuir la duración real de los estudios. De hecho uno de los compromisos de los proyectos Mecesup es justamente la disminución del tiempo de titulación.
Pero, claro, no es sólo cuestión de los estudiantes que se retrasan en sus estudios, sobre quienes cae la culpa de la situación. No dejarán de tener su cuota de responsabilidad en el fenómeno, pero hay también condiciones físicas, de instalaciones y equipamiento, curriculares, docentes, metodológicas, así como de atención privilegiada al estudiante. El retraso en los estudios es un fenómeno multidimensional que no puede ser tratado a la ligera.
Mientras las universidades sigan tratando a sus estudiantes como meros consumidores del producto "educación" o "formación", sin preocuparse efectivamente por crear las condiciones apropiadas, por disponer de propuestas curriculares alineadas a los propósitos e identidad profesionales, por levantar a la enseñanza a un nivel de mérito y reconocimiento que la hagan atractiva para los docentes, difícilmente las cosas cambiarán. Buenos indicadores en investigación, en desarrollo tecnológico, en creación artística, no compensan indicadores deficientes en la formación profesional. Solamente la consideración del costo que un año más de estudio tiene para el estudiante, su familia, la universidad y el país debería movilizar acciones remediales. Pero algo sucede que ello no acontece.

La segunda aproximación a la duración de los estudios es de otro orden pero no menos compleja. Se mira a los países desarrollados -Norteamérica, Europa, Australia- donde los estudios para el grado duran en general cuatro años. Parecería un buen modelo a seguir, además que nos ahorramos un montón de recursos y esfuerzos. Las cosas, sin embargo, tienen un sesgo cuando miramos a nuestro país. Entre otros,

  • la formación de enseñanza media es difícilmente comparable con la de los países desarrollados (cosa de mirar los resultados PISA o TIMMS); de hecho en muchos casos el primer año de universidad es prácticamente un quinto año medio, de recuperación, nivelación y restitución de saberes
  • los programas de cuatro años normalmente no habilitan para el trabajo: es preciso cursar al menos el grado de master para poder habilitarse laboralmente; por cierto no es una norma general. En Chile el titulo obtenido al quinto año habilita para el ejercicio profesional.
  • no todas las profesiones duran cuatro años: arquitectura, medicina, derecho, ingenierías, suelen requerir más tiempo de estudio y trabajo; lo que quizás las hace diferentes es la modalidad de la formación pero no la duración. 
  • el tamaño de las economías permite una formación más especializada y localizada, lo que demanda menos tiempo. En Chile la economía es pequeña y los profesionales deben estar en condiciones de desenvolverse en diferentes frentes, no sólo en uno.
Disminuir la duración de las carreras no es un mero acto administrativo ni de política universitaria. Primero hay que saber si es necesario, si es posible y si es viable hacer un cambio; luego, tomar las decisiones. Pero aquí parece que partimos por la cola...