viernes, 28 de septiembre de 2012

CONICYT A ECONOMÍA


En los últimos días ha estado en las noticias, sin demasiada exposición, la iniciativa del Gobierno de pasar la dependencia de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, al Ministerio de Economía. Unas cuantas reacciones de agrupaciones de investigadores o de los Rectores de las Universidades del CRUCH, pero nada más al parecer.

No hemos escuchado ni sabido de reacciones por parte de los políticos de la “oposición”, ni siquiera de los más izquierdistas. ¿Será que el tema no es relevante para el país o bien que la contingencia les preocupa más que el futuro de Chile?

El ministro de economía ha señalado que ha actuado por instrucciones del presidente de la república. Y no sólo en relación a Conicyt sino que también al Servicio Nacional de Capacitación y Empleo, SENCE. Dos organismos relevantes pasan desde el Ministerio de Educación el primero y del Ministerio del Trabajo el segundo, al Ministerio de Economía.

Volviendo a Conicyt, el ministro declaró que el propósito de estos es que “unamos el mundo de la academia en Chile, el mundo de la investigación con el mundo de la empresa”.   

¿Debemos asombrarnos de todo ello? ¿Es algo nuevo? ¿o será que simplemente se están ordenando algunas cosas de la manera “correcta”?

El único asombro que me produce es el descaro. A diferencia de otros gobiernos anteriores, la derecha actúa sin careta, impúdicamente, desafiante.

Tampoco es algo nuevo. Las prácticas en materia de investigación han estado por años ligadas en medida importante, a los intereses de las empresas, principalmente a través de “joint ventures” de las universidades con empresas interesadas en la investigación como la industria farmacéutica, la metalurgia, el ámbito de las tecnologías, etc. Para qué hablar del tema de las patentes. No es nuevo que las universidades se asocien con la empresa privada para tener fondos de investigación aunque signifique haber vendido de antemano un saber que corresponde a todos los chilenos.

Lo que sucede es que simplemente se está “ordenando” el sistema; se empodera el Ministerio de Economía, en una apuesta por fortalecer más aún el control de la empresa sobre la sociedad. ¿Qué pasará entonces con los fondos para investigar en cuestiones no productivas como la astronomía, el pensamiento filosófico, la historia, las matemáticas, los problemas de la polución, la paleobotánica, entre tantos otros? Porque no hay que ser un genio para entender que los fondos se orientarán a que “toda la inversión publica que hacemos en I+D en Chile y en ciencia y tecnología tenga un vinculo mayor con el aparato productivo” (Entrevista al Diario Financiero, de 11.09.2012)

En su Boletín “Más Ciencia para Chile”, Conicyt señala que, por una parte, la idea de una ciencia administrada por el aparato productivo (o sus agentes en el gobierno), aparte de ser poco común en el mundo, “además ha llevado a cuestionables resultados en términos de productividad científica, a constantes tensiones entre la comunidad científica y los gobiernos, reflejadas en innumerables protestas, y a una inestabilidad de las políticas nacionales en la materia”. No es por nada que los países desarrollados tiene ubicadas sus iniciativas de apoyo a la investigación científica y tecnológica en los Ministerios de Educación. 

¿Por qué no fortalecer al Ministerio de Educación con estructuras más sólidas y mayores recursos? ¿Por qué no pensar en un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación? No pueden hacerlo porque lo que necesitan es una línea de control directa. Ya no hay que simular nada, ahora hay que actuar impúdicamente. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Valores de la "chilenidad"


Hoy, 17 de septiembre, un diario de la capital recoge una declaración del Ministro de Defensa que expresa que la Parada Militar “unifica a todos los chilenos”, agregando que ésta “expresa muy fuerte los valores de la chilenidad”.

Es increíble el descaro del ministro, que representa por cierto la opinión del actual gobierno (pero que también, recordando años anteriores, refleja el sentir de otras tendencias políticas). ¿Cómo se atreve a afirmar que el desfile de la amenaza armada es algo que nos unifica? ¿Se habrá olvidado que estas mismas armas, estas mismas instituciones fueron las que atacaron a su propio pueblo y lo masacraron? ¿Que lo sojuzgaron, humillaron y aplastaron durante casi dos décadas? ¡Grandiosa victoria de un ejército que ataca a su propia gente!  Las fuerzas armadas hace casi 40 años tomaron partido: se aliaron y fueron serviles a los intereses de los grupos económicos, de los partidos de derecha, del integrismo, de la “seguridad nacional”.

No quieran hacernos creer que el pasado es pasado: la memoria es lo que nos constituye como nación y como pueblo. Un pueblo aún dividido, es cierto, pero no tanto por las diferencias políticas como por la escandalosa injusticia. No en vano Chile es el segundo país en el mundo con las mayores diferencias sociales.

El militarismo se exhibe impúdicamente por las calles de nuestro país. Nos hace recordar que aún estamos en una “democracia protegida”, como lo estableciera la Constitución de la dictadura.
Así, el ministro afirma muy suelto de cuerpo, que la Parada Militar expresa los valores de la chilenidad. En otras palabras, que nuestro ser chilenos está perfilado y articulado sobre el militarismo, el armamentismo y todo lo que ello conlleva: la actitud agresiva, la amenaza permanente, la imposición por la fuerza.

¿Dónde quedaron valores como la solidaridad, el esfuerzo, la resiliencia frente a las catástrofes, el amor a la música, la poesía, incluso el aprecio al paisaje variado de nuestro país? ¿Dónde quedaron el respeto por los demás, el “asilo contra la opresión”, la igualdad y la fraternidad, los anhelos de justicia? 

¿Entonces, de qué estará hablando este señor?

Me da terror pensar que es un precandidato a la presidencia, a nombre de la derecha. Ciertamente no son palabras de un liberal de quien podrían esperarse otras expresiones, pero no las que hemos leído.

Es preciso estar vigilantes para que la tentación de afirmarse en las armas no se imponga, no salga a la luz, puesto que la evidencia señala que no ha desaparecido del todo. Pero también tienen que recordar que pueden hacer todo con las bayonetas, menos sentarse sobre ellas.