sábado, 7 de junio de 2014

LA ESTUPIDEZ Y LA EDUCACIÓN

Bertrand Russell, filósofo británico (1872-1970) escribió alguna vez que “Los hombres nacen ignorantes, no estúpidos. Es la educación la que los hace estúpidos”. Provocativa como es esta expresión, no es sólo una inteligente combinación de palabras, una “salida de madre” para inquietar la tranquila burguesía.
Aunque la primera reacción suele ser de orden emocional (rechazo o aceptación sin mayor reflexión o indagación sobre su contenido veritativo), afirmamos aquí que no se trata de un enunciado que señala un hecho sino que se trata de una opinión. Por cierto, una opinión de Bertrand Russell, nada menos.
Pero lo de Russell es solo una afirmación, para la cual no hay “evidencia” ni a favor ni en contra; en otras palabras, que hay evidencia para ambas. El mismo Russell es fruto de la educación recibida. También los sanguinarios dictadores latinoamericanos lo fueron.
Lo que parece más relevante es cómo reaccionamos frente a dicha afirmación. ¿Hacia dónde se inclina nuestra opinión? ¿estamos de acuerdo o no con Russell? Si estamos de acuerdo, por el solo hecho de ser seres educados en el mundo escolar, correríamos serio riesgo de ser incluidos en el grupo de los estúpidos. Si rechazamos la propuesta de Russell, entonces deberíamos estar en condiciones de asegurar que la escuela promueve la inteligencia antes que la estupidez, la sensatez antes que el voluntarismo, el buen gusto antes que la chabacanería. Pero los porfiados hechos estarían revelando nuestro error: es cosa de mirar la TV. No más comentarios.
La palabra “estúpido” viene del latín “stupere” que significa quedar inmovilizado, paralizado, incapaz de reaccionar (el término “estupefaciente” tiene la misma raíz). Si entendemos el término en su sentido original nos podemos preguntar entonces en qué sentido puede afirmarse que la escuela es una fábrica de estupidez.
Primeramente, no se trata que lo enseñado en la escuela sea mentira, irrelevante, engañoso, obtuso; tampoco sus profesores (aunque podría serlo también, siguiendo a Russell). El fenómeno es más profundo: se trata de la intencionalidad de la escuela. ¿Qué se pretende? Pues lo propio de la escuela: formar a sujetos relativamente homogéneos, que tengan una visión restringida y unidimensional de la realidad, a los cuales se pueda manipular fácilmente en el plano económico (consumidores), político (votantes), religioso (creyentes).
La escuela forma seres estúpidos cuando 
  • da por hecho que lo que se enseña es verdadero per se, y pretende que los estudiantes así lo crean
  • enseña que el éxito consiste en repetir de manera fiel las “verdades” y aplicar de manera precisa los algoritmos y fórmulas enseñados, según los miden los exámenes nacionales e internacionales
  • informa a los estudiantes que si no compiten entre ellos, entonces fracasarán: la bonificación en el puntaje de selección por el puesto en el curso es un claro incentivo a ello
  •  naturaliza la ideología, colonizando el sentido común, y enseña a los estudiantes que este es el mejor mundo posible y que cualquier intento por cambiarlo es sinónimo de caos y apocalipsis
  •  enseña que cualquier acto de rebeldía será sancionado, y entrega a sus niños y jóvenes a los garrotes policiales, los gasea y moja, golpea a los muchachos y manosea a las muchachas


Si es así, Russell tendría toda la razón. Pero como nosotros también somos producto de la escuela, entonces no la tiene. En efecto, siempre hay esperanza cuando alguien se atreve a pensar diferente.