lunes, 11 de mayo de 2020

Pensamiento crítico y la situación actual.

Escribimos en tiempos de pandemia. Son tiempos en que las certezas que creíamos tener se han venido abajo. Y nos preguntamos por qué es lo que nos queda, cuáles son las seguridades con que contamos, qué hemos de hacer, hacia dónde caminar.
Por cierto, tenemos diversas opciones, aunque no todas del mismo valor o validez, dependiendo del punto de vista en que uno se sitúe.
Están quienes recurren al pensamiento mágico, pretendiendo o esperando que las soluciones lleguen por obra de algún poder superior. Una forma de pensamiento mágico es la religión (“el virus no podrá derrotar a los que creen”, “Dios es mayor a cualquier virus”) y hay quienes confían en ella porque es una certeza que eventualmente resiste a toda crítica. Otra forma de pensamiento mágico es aquella que sustituye la intervención divina por la ciencia: “al final, triunfará la ciencia y tendremos las soluciones”; no se piensa que hay situaciones ante las que la ciencia nada puede hacer.
También están los que proponen una suerte de “naturalismo”, señalando que siempre han existido pandemias y catástrofes que han diezmado a la humanidad. Se asume que se trata de procesos “naturales” de auto-regulación de la naturaleza, en este caso controlando a la población. Similarmente, una variante sostiene que se trata de procesos de renovación de la naturaleza, mejorando la genética de las poblaciones por vía de la “selección natural”. 
Una tercera forma de enfrentar la incertidumbre es acudir al “orden”. La pandemia se trata de un asunto de seguridad pública y su control requiere la intervención de quienes tienen la fuerza. Así, muchos apelan al ejercicio de la fuerza, a la instalación de regímenes policiales o la militarización del control. Cuando las cosas funcionan ordenadamente –se señala­– las posibilidades de control del virus aumenta. No dicen que lo que aumenta realmente es el control de las poblaciones. 
Por cierto, están aquellos para quienes la pandemia, como cualquier catástrofe, es una oportunidad. Oportunidad para vender (o comprar), para engañar, para (des)orientar y (des)informar a la población. Una oportunidad de negocios que hay que aprovechar. Desde el negocio más modesto, como el que vende mascarillas artesanales en la esquina, hasta el que especula en la bolsa y amasa grandes fortunas con la desgracia de los demás.
¿Qué nos permite el pensamiento crítico en estas situaciones? ¿Acaso es una herramienta para combatir todas estas concepciones y abusos?
El pensamiento crítico, en primer lugar, acota el fenómeno, busca ponerlo en sus dimensiones reales, o al menos, en las dimensiones que permiten establecer su tamaño e impacto. Frente a la campaña del terror por el Covid-19, que hasta la fecha lleva casi 300 mil muertes en 5 meses, no advertimos que en este mismo lapso son más de 2 millones de niños menores de 5 años que han muerto de hambre. Primera constatación: si bien el virus es mortal, hay otras enfermedades más mortales frente a las cuales no se reacciona de la misma manera. 
Segundo, el pensamiento crítico pregunta por los factores asociados a un fenómeno, directos e indirectos. ¿Qué podríamos preguntar acerca de la pandemia? Podemos interrogarnos sobre su origen, desde dónde surgió y bajo qué circunstancias; cuál es la evidencia para sustentarlo; si hubo agentes específicos asociados (como investigadores, militares, bioquímicos, agentes de la divinidad, etc.). También es posible preguntar por la estructura del virus, que es lo que hacen los científicos en sus laboratorios, esperando obtener tanto una vacuna como una cura para la enfermedad. En todo caso, siempre será un estupendo negocio para los laboratorios y farmacéuticas asociados.
Tercero, la pregunta por cómo funciona algo: cómo se contagia el virus, la velocidad de su expansión, entre quiénes se contagia con mayor fuerza, velocidad y letalidad; qué poblaciones son las más afectadas; qué condiciones de vida tienen estas. En esta misma línea, la pregunta de por qué el virus puede expandirse con tanta rapidez, y por qué las respuestas de los sistemas de salud son tan lentas, ineficientes e ineficaces, muriendo muchas más personas que las que podría esperarse. 
Finalmente, preguntar por quiénes sobreviven a todo esto. Por cierto, no los más pobres, ni los indígenas, ni las poblaciones migrantes. No son los ancianos que “viven” de una pensión miserable que no alcanza prácticamente para nada. No son los usuarios de sistemas de “salud” paupérrimos, sin casi recursos. No. Los que tienen las mejores oportunidades de sobrevivir son los bien alimentados, los que tienen los recursos para aislarse en espacios holgados y no en el hacinamiento, los que disponen de los recursos de la salud privada de primer nivel: los que tienen el dinero, o el poder, o ambos.
En esta misma línea, ¿quiénes aprovechan de ello? Es cosa de mirar a los grupos de interés que controlan las economías, los gobiernos, las armas, el comercio, los recursos naturales. Siempre son unos pocos que “viven” del abuso de los demás.
Entonces, pensar críticamente significa hacer preguntas, hasta las más incómodas, hasta las que remecen nuestras propias creencias. El pensamiento crítico es un acto de honestidad fundamental del ser humano. El pensamiento crítico no obedece a intereses, sino que es profundamente libre. No es neutro, no. Es libre en cuanto el pensador auténticamente crítico no puede sino tomar posiciones. Y por ello, el auténtico pensamiento crítico en lo social es eminentemente comprometido. Es eminentemente político.

jueves, 9 de enero de 2020

LA PSU Y LA TRANSICIÓN A UN NUEVO MODELO

1.- Estado de la cuestión.
Hace unos 10 años fue la crisis de la Prueba de Aptitud Académica (PAA). Fue reemplazada por la Prueba de Selección Universitaria (PSU), también con grandes críticas iniciales. La gran diferencia entre ambas reside en el contenido de las mismas: mientras la primera apuntaba a las “aptitudes académicas”, es decir, al conjunto de rasgos que podrían predecir el comportamiento y logro de los futuros estudiantes universitarios, la PSU apuntaba a los logros educacionales, pero con la misma lógica predictiva. En otras palabras, cambian los instrumentos, pero el modelo de selección se mantiene, queda intacto, incuestionado. 
Las críticas a la PAA que pretendieron ser superadas por la PSU radicaron fundamentalmente en el carácter discriminatorio de la primera. Los análisis de los resultados indicaban que los mejores puntajes se asociaban a padres con más escolaridad y establecimientos pagados. En la discusión y búsqueda de mejoramiento se encontró que el factor que compartían mayoritariamente los estudiantes era el currículum escolar: siendo un plan nacional, todos se veían expuestos al mismo, lo que contribuía a un cierto equilibrio que supuestamente nivelaría el terreno, beneficiando especialmente a los estudiantes de sectores desfavorecidos. La evidencia no ha sustentado este supuesto inicial. Los resultados siguen señalando una clara desventaja para los sectores más pobres y una ventaja definitiva para los estudiantes provenientes de familias acomodadas, padres profesionales, establecimientos educacionales de élite.
2.- Hipótesis.
Si dos instrumentos de evaluación producen los mismos resultados, entonces uno no es mejor que el otro; las diferencias entre los logros de los sujetos no se deben al tipo ni carácter de los instrumentos, sino que razonablemente puede pensarse que las diferencias son anteriores a la medición.
De ser así, solamente quedan dos opciones: (a) los estudiantes tienen mejores o peores resultados según sus “aptitudes”, condiciones innatas y prácticamente inmutables; en otras palabras, se nace así y eso no es una opción; (b) los estudiantes tienen mejores o peores resultados porque han tenido mejores o peores oportunidades, entre las que la más importante parece ser la educación formal a nivel escolar, mejor o peor enseñanza, mejores o peores condiciones sociales.
La aceptación de la opción (a) lleva a fortalecer la idea de un instrumento de alta sensibilidad que de cuenta de estas diferencias innatas; incluso una prueba de ADN podría en algún momento ser la mejor opción. La aceptación de la opción (b) por su parte, lleva a pensar que el mejoramiento de las condiciones y oportunidades que la sociedad otorga a sus jóvenes, redundaría en un mejoramiento de los logros, obteniéndose así una mejor nivelación de la cancha. La evidencia parece conducir a esta segunda opción como la más razonable.
3.- Implicancias y crítica
Implicancia 1: Los resultados no son atribuibles al instrumento, sino que a condiciones previas: las diferencias pre-existen a la medición; las aptitudes son un componente natural de la diferencia entre los humanos.
Crítica: Las aptitudes, al igual que los conocimientos, están condicionadas socioculturalmente; una mejor aptitud lingüística tiene más que ver con el medio donde uno se ha criado que con algún gen específico.
Implicancia 2: El currículum es el mismo para todo el sistema, según la información oficial; consiguientemente, no debería ser factor diferencial;
Crítica: Sabemos que el currículum oficial no es igual al currículum enseñado ni tampoco son asimilables éste y el currículum aprendido. Hay diferencias en la apropiación. Si no las hubiera, no sería necesario seleccionar.
Implicancia 3: El tipo de dependencia de los establecimientos educacionales aparece asociado a la calidad de los resultados; por ende, pueden ser un factor explicativo;
Crítica: Efectivamente, los establecimientos hacen diferencia especialmente en cuanto a nivel organizacional, selectividad, calidad de sus docentes, recursos y equipamiento. Todo ello permite experiencias educacionales diferenciales que se reflejan en los logros de los estudiantes.
Implicancia 4: La igualdad en las oportunidades de acceso a la educación superior es una cuestión básica de justicia en una sociedad democrática. 
Crítica: La igualdad es una falacia, toda vez que los estudiantes no son iguales. Otra cosa es la equidad, que tiene que ver con una estructura de oportunidades que se hace cargo de las diferencias. 
Implicancia 5: Los estudiantes son prácticamente todos adultos, mayores de 18 años, y su progreso o no en los estudios es una cuestión que depende de cada uno, del esfuerzo que pone en el estudio.
Crítica: La edad no es criterio de madurez. El avance en el estudio no es cuestión del propio esfuerzo únicamente sino también es igualmente importante asegurar las mejores oportunidades y condiciones para el progreso y egreso de los estudiantes de sus carreras. 
Implicancia 6: Según la Constitución vigente la educación es responsabilidad y opción preferente de los padres; de allí que el Estado no debe ni puede inmiscuirse en estas decisiones.
Crítica: La responsabilidad de asegurar condiciones de igualdad de oportunidades a los jóvenes debe residir en el Estado, principal agente y responsable de la educación pública.
Implicancia 7: La responsabilidad de asegurar la equidad en las condiciones de acceso, permanencia y egreso, reside en cada una de las instituciones.
Crítica: Especialmente en el caso de las universidades públicas.
4.- En síntesis, cuando se apunta a la PSU como un recurso discriminatorio, hay una doble respuesta. Primero, que efectivamente está diseñado para discriminar entre los sujetos sobre la base de criterios de conocimientos académicos, y sobre ello se tomarán decisiones. Segundo, que, al discriminar, la PSU pone en evidencia las estructuras inequitativas e injustas de nuestra sociedad. De esta forma, las decisiones que se adopten estarán sesgadas y condicionadas por variables que, teóricamente, no deberían ser consideradas. 
¿Podría decirse que la PSU está muerta? No lo sé. Sin embargo, es claro que el sistema sigue vivo y esto es lo realmente amenazante y preocupante.