Bertrand Russell, filósofo británico (1872-1970) escribió
alguna vez que “Los hombres nacen ignorantes, no estúpidos. Es la educación la que
los hace estúpidos”. Provocativa como es esta expresión, no es sólo una
inteligente combinación de palabras, una “salida de madre” para inquietar la tranquila
burguesía.
Aunque la primera reacción suele ser de orden emocional
(rechazo o aceptación sin mayor reflexión o indagación sobre su contenido
veritativo), afirmamos aquí que no se trata de un enunciado que señala un hecho
sino que se trata de una opinión. Por cierto, una opinión de Bertrand Russell,
nada menos.
Pero lo de Russell es solo una
afirmación, para la cual no hay “evidencia” ni a favor ni en contra; en otras palabras, que hay evidencia para ambas. El mismo Russell es fruto de la educación
recibida. También los sanguinarios dictadores latinoamericanos lo fueron.
Lo que parece más relevante es cómo reaccionamos frente a
dicha afirmación. ¿Hacia dónde se inclina nuestra opinión? ¿estamos de acuerdo o no con
Russell? Si estamos de acuerdo, por el solo hecho de ser seres educados en el mundo
escolar, correríamos serio riesgo de ser incluidos en el grupo de los estúpidos. Si rechazamos
la propuesta de Russell, entonces deberíamos estar en condiciones de asegurar
que la escuela promueve la inteligencia antes que la estupidez, la sensatez
antes que el voluntarismo, el buen gusto antes que la chabacanería. Pero los
porfiados hechos estarían revelando nuestro error: es cosa de mirar la TV. No más comentarios.
La palabra “estúpido” viene del latín “stupere” que
significa quedar inmovilizado, paralizado, incapaz de reaccionar (el término
“estupefaciente” tiene la misma raíz). Si entendemos el término en su sentido
original nos podemos preguntar entonces en qué sentido puede afirmarse que la
escuela es una fábrica de estupidez.
Primeramente, no se trata que lo enseñado en la escuela sea
mentira, irrelevante, engañoso, obtuso; tampoco sus profesores (aunque podría serlo también, siguiendo a Russell). El fenómeno es
más profundo: se trata de la intencionalidad de la escuela. ¿Qué se pretende? Pues lo
propio de la escuela: formar a sujetos relativamente homogéneos, que tengan una
visión restringida y unidimensional de la realidad, a los cuales se pueda
manipular fácilmente en el plano económico (consumidores), político (votantes),
religioso (creyentes).
La escuela forma seres estúpidos cuando
- da por hecho que lo que se enseña es verdadero per se, y pretende que los estudiantes así lo crean
- enseña que el éxito consiste en repetir de manera fiel las “verdades” y aplicar de manera precisa los algoritmos y fórmulas enseñados, según los miden los exámenes nacionales e internacionales
- informa a los estudiantes que si no compiten entre ellos, entonces fracasarán: la bonificación en el puntaje de selección por el puesto en el curso es un claro incentivo a ello
- naturaliza la ideología, colonizando el sentido común, y enseña a los estudiantes que este es el mejor mundo posible y que cualquier intento por cambiarlo es sinónimo de caos y apocalipsis
- enseña que cualquier acto de rebeldía será sancionado, y entrega a sus niños y jóvenes a los garrotes policiales, los gasea y moja, golpea a los muchachos y manosea a las muchachas
Si es así, Russell tendría toda la razón. Pero como nosotros
también somos producto de la escuela, entonces no la tiene. En efecto, siempre hay
esperanza cuando alguien se atreve a pensar diferente.