martes, 22 de noviembre de 2011

UNA HISTORIA DE COMPLICIDADES (Parte 2)

¿Qué es ser cómplice? En el lenguaje judicial o penal se habla de cómplices en relación a un crimen, es decir, una acción reprobable, reprochable y sancionada. Se llama cómplice a quien se asocia con otro(s) para la comisión de un delito. Curiosamente la palabra no se utiliza para referirse a una actuación que es apreciada o considerada positiva por la sociedad. No hablamos en Chile del Padre Hurtado y sus "cómplices", tampoco de Camila Vallejo y sus "cómplices", si bien a esta última muchos qusieran calificarla (o ya lo hacen) como una delincuente. Sí podemos hablar de Contreras y sus cómplices en la violación sistemática de los derechos humanos por el terrorismo de Estado.

Hay sin embargo otras acepciones, que podríamos utilizar para calificar las complicidades. En primer lugar, por cierto la implicación activa en los hechos. También lo que se conoce como "ayudista". Estas dos figuras están tipificadas en la ley. Pero no se considera con igual fuerza la complicidad del silencio, que se agrava y es mayor cuando los que guardan silencio podrían haber hecho algo con sólo levantar la voz, ya sea individual o colectivamente.

En el mundo universitario encontramos con demasiada frecuencia esa complicidad del silencio respecto de la gesta de los estudiantes en su lucha por una educación libre, gratuita y de calidad. Algunas autoridades han levantado la voz, lo que les honra. Pero tantos y tantos académicos que se mantienen en silencio, que han estado callados durante todos estos largos meses de lucha evidencian, lo que evidencia cómo tantos están en complicidad con las fuerzas reaccionarias que insisten en mantener un modelo de educación superior que a todas luces está fracasado.

Es posible que algunos lo hagan por convicción, esto es, porque no creen que la lucha estudiantil sea justa y sí que el estado actual de las cosas es lo apropiado. Esto sería incluso aceptable en el marco de una universidad pluralista como la de Chile.

Pero lo que parece más grave es que muchos, demasiados, académicos pasan frente a esta lucha con indiferencia: no es nuestra lucha, nosotros no estamos en paro. Y cuando los estudiantes regresan(en) a las aulas, con toda seguridad comenzarán a tratar sus temas académicos sin hacer mayores comentarios a seis meses de historia que, para ellos, ha pasado por el lado.

¿Qué hacer? Los estudiantes están regresando a las aulas y uno se pregunta cuál será la actitud correcta. Entre otras podrían pensarse algunas acciones como

- partir por reconocer que los estudiantes que regresan a las aulas ya no son los mismos de hace 6 meses, porque ellos no han estado de vacaciones: regresan parcialmente de un campo de batalla que les ha marcado;

- por consiguiente, respetarlos y no demandarles un trabajo que sabemos que es el preludio del fracaso

- no evadir la discusión ni el debate respecto de los grandes ejes de la transformación que estamos viviendo

- dar la cara y estar dispuestos también a dar razón de nuestra actuación (o falta de la misma) durante el paro

- tener conciencia que este proceso no ha terminado y, para muchos, aprovchar esta ocasión para insertarse en un movimiento que está haciendo historia en el país, para lo cual,

- asociarse a algunas de las iniciativas que están surgiendo.

No más espectadores de la historia; menos aún, jueces, censores o inquisidores.

1 comentario:

  1. Respetado Dr. Hawes, como siempre usted tan lúcido, valiente y patriota.
    Con el mayor respeto y admiración,
    Nelly Balda

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