El Arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, ha declarado que
las culpas son siempre individuales, en referencia a si a la Iglesia le
corresponde alguna responsabilidad en los múltiples delitos sexuales cometidos
por sacerdotes y religiosos.
Un día antes, comentando la muerte de Pierre Dubois, destaca
el rol de la Iglesia en su relación con los más pobres. En pocas palabras, las
culpas son individuales pero los méritos serían colectivos. ¿Doble estándar?
El Papa ha pedido perdón por los delitos sexuales de tantos
sacerdotes y religiosos. Siguiendo la lógica del arzobispo, tendría que haber
dado instrucciones a cada sacerdote que hubiese delinquido, para que
individualmente pidiera perdón por sus culpas individuales.
Más aún, las iglesias de otros países se han hecho parte de
los delitos cometidos por los suyos, pagando sumas millonarias por concepto de
indemnización. El obispo Goic señala que la Iglesia chilena no tiene recursos
para pagar indemnizaciones. Con ello, el obispo Goic acepta que la
responsabilidad también es institucional, no sólo individual como le respondió
el arzobispo Ezzati.
Siguiendo esta lógica macabra, entonces
- las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y también en los gobiernos posteriores, son responsabilidades individuales; por tanto, no hay responsabilidad de los gobiernos, especialmente de la dictadura militar
- las estafas, expoliaciones, engaños hechos por empresas como La Polar o las isapres y otras, son responsabilidad de los clientes que se endeudaron y no leyeron bien la letra chica, y no atribuibles a dueños y gerentes que medran en el sistema de neoliberalismo salvaje que nos gobierna
- la pobreza indigna e indignante de las mayorías es culpa de cada uno de los pobres, y no de una sociedad construida sobre la injusticia en la que la explotación es lo "natural"
- los malos resultados escolares son porque cada uno de los estudiantes no estudia: suya es la culpa y no de un sistema educacional deprimido, sistemáticamente desfinanciado
Esta posición nos condena a la soledad absoluta,
particularmente en los momentos más duros, cuando nos enfrentamos a nuestra
debilidad, a nuestro “pecado”, a nuestra culpa. La comunidad o el colectivo no
tienen por qué hacerse cargo de nosotros. La irresponsabilidad y la ausencia
completa de solidaridad se harían la norma para conducir nuestras existencias.
Entonces en qué queda toda la prédica que hace el clero respecto de la solidaridad, de la justicia, de la preocupación por el otro.
Así las cosas, uno puede preguntarse por cuál es la lectura
del evangelio que hace Ezzati, recordando aquello de “todo lo que hacen a mis
hermanos más pequeños a mí me lo hacen” (Mt 25:40), expresión que es aplicable
tanto a los “buenos” como a los “malos”.