miércoles, 17 de noviembre de 2010

La destrucción de la escuela pública como posibilidad de democracia

Recientes noticias evidencian cómo en el país se avanza inexorablemente al cierre definitivo de escuelas municipales (último bastión de la educación básica pública) y la movilización de los grupos de estudiantes hacia escuelas particulares subvencionadas (EPS).
Lo increíble de esto es que las escuelas particulares subvencionadas reciben del Estado la misma cantidad de dinero por estudiantes que una corporación municipal. O sea, para el Estado el costo es el mismo: no se ahorra ni un centavo. Más aún, las EPS cobran adicionalmente a las familias y disponen de todos los recursos de la legalidad de la empresa privada, lo que las pone en un pie de desigual ventaja frente a las escuelas municipales. En otras palabras, las EPS reciben dinero de las familias, y el Estado también les paga por hacerse cargo de la educación de niños y niñas. Es el llamado “principio Mateo”: al que tiene se le dará y al que no tiene, aún lo poco que tiene le será quitado.
Consultado por la posición del Gobierno ante la crisis de las escuelas municipales, el Ministro de Educación con un desparpajo escandaloso dice que es una cuestión de los municipios. De la misma manera que el Ministro de Minería dice que los conflictos con las mineras o con los depósitos de relave son “cuestiones entre privados”. En otras palabras, que el Gobierno no se hace cargo. Y ante la competencia desigual se hace el sordo y ciego. La educación pública sigue siendo traicionada.
¿Dónde reside la traición?
Primero, en el engaño: nos quieren hacer creer que el tránsito de la escuela municipal a la particular subvencionada está relacionado con la calidad. No es verdad. El criterio es económico, es decir, el Estado no quiere invertir en educación más de lo que hace en la actualidad: el plus que representa la operación de la escuela privada proviene de las familias. En esta línea, los municipios verán pronto con gratitud y alivio que se les saca de encima esta carga financiera y de gestión que significa la educación municipal. Por cierto, los más pobres seguirán siendo cada vez más pobres.
Segundo, se trata de un proyecto político, no educativo. La destrucción de la escuela trae consigo una nueva merma en los espacios públicos, es decir, aquellos espacios en los cuales se constituye la democracia en las bases, donde –al modo del ágora ateniense- los ciudadanos pueden discutir sus problemas y proponer sus proyectos. La escuela ha sido en el país un espacio privilegiado de ciudadanía, no sólo para formarla sino también para ejercerla. Todo esto se acaba poco a poco.
Tercero, nuevamente el Estado da la espalda a la educación. En este sentido el actual gobierno sólo ha seguido las líneas programáticas de los gobiernos anteriores, los cuales se articulan perfectamente con el programa de privatización instalado durante la dictadura. Doble traición de la Concertación.
Cuarta traición, la que conlleva presentar al Estado y sus órganos como la ineficiencia misma. Por cierto, ¿cómo se puede ser eficiente si progresivamente se le van retirando los recursos de todo tipo?
Un país sin escuela pública de calidad, sin espacios de participación en las bases, que ve que los espacios son los de la farándula, del mal, del “reality show”, termina enajenándose, perdiéndose a sí mismo.
Por cierto, hay quienes ganan con todo esto. Chile es una copia feliz del Edén, la pena es que no alcanza para todos, sólo para unos pocos
(Agradezco a mi colega y amigo M. Pizarro la conversación que dio origen a este comentario)

2 comentarios:

  1. Excelente como siempre Gustavo. Otro tanto ocurre con las universidades

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  2. Muy interesante Gustavo.

    La tendencia es que el Estado se desligara de lentamente de las escuela publicas y eventualmente de las Universidades, ya que les será más dificil competir por los mismos fondos con instituciones o unoiversidades privadas.

    Saludos

    Arcadio

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