Cayó como una lápida la expresión del ex decano de
Arquitectura de la Universidad San Sebastián. Referirse así a sus estudiantes
no fue sofisticado, ni tampoco culto. Inesperado, por decir lo menos, en
alguien reconocidamente culto y sofisticado. Las redes sociales reventaron con
el tema. La USS pidió inmediatamente la renuncia. El ex decano pidió las
disculpas del caso. Sería todo.
¿Qué preguntas nos surgen de este evento? ¿Qué sospechas
podemos levantar para sacar a la luz lo escondido, lo oculto? Algunas
constataciones:
No se conoce por la prensa ninguna reacción de los
estudiantes, ni a nivel individual ni, menos aún, como cuerpo –centro de
alumnos, federación o algo por el estilo. Los estudiantes están callados a
pesar de haber sido agredidos de esa manera por su ex decano. ¿O acaso no hay organización
estudiantil en la USS? Sí la hay y tienen federación de estudiantes. ¿Por qué
entonces no han levantado la voz? Una visita a su página en Facebook muestra
una actividad bastante anodina. En
resumen, la federación pesa nada.
Para qué hablar del cuerpo docente. Tampoco hemos conocido
en la prensa declaraciones de ese colectivo, ya sea a favor o en contra.
Silencio.
La institución sólo ha hecho pública la solicitud de
renuncia, pero no conocemos hasta hoy ninguna declaración que exprese las cuestiones
de fondo que están involucradas. Ciertamente, haber despedido al decano por
unas expresiones muy desafortunadas es un golpe a la cátedra: ¿qué mejor
publicidad que una universidad que no acepta que se ofenda a sus estudiantes,
así sea un decano del prestigio profesional del arquitecto Boza? Pero también
podemos pensar que no están haciendo otra cosa que cuidar a sus clientes,
particularmente estos que pagan aranceles ABC1 para recibir una formación
C2-C3, como dijo alguno.
Por otra parte, la empresa USS procede como tal y desvincula
sin más a un decano.
¿Habría pasado algo así en una universidad de aquellas
llamadas “tradicionales”? Lo más seguro que no. Primero, los estudiantes
habrían levantado la voz y muy probablemente habrían ocupado la Facultad. Luego,
los académicos habría repudiado ese actuar y, eventualmente, le habrían pedido
la renuncia. La autoridad superior habría mantenido su rol de mediador de
última instancia. Se habría enfrentado un proceso más extenso donde todos -decano incluido- podría hacer cargos y descargos (no olvidemos la situación de un decano de Derecho de la Facultad de Chile hace algún tiempo atrás).
Pero no estamos hablando de estas universidades de viejo
cuño, no. Ahora estamos en la época de la universidad moderna, ejecutiva,
rápida, ágil, que se ajusta a las nuevas circunstancias, que pone y retira
productos del mercado de acuerdo a las variaciones de la demanda, una empresa que se centra en el cliente al que busca satisfacer, aunque sea con un producto exageradamente caro para la calidad del mismo.
Una
universidad-empresa en la que si no pagas y estás al día en las cuotas no tienes derecho a
certámenes ni exámenes, ni a pedir libros en la biblioteca: los deudores son
invisibles como estudiantes y sólo visibles como deudores. Te pones al día y
mágicamente eres visible y has recuperado tus derechos. Hasta la próxima cuota.
(Agradezco a la colega y amiga Kga. Verónica
Aliaga, de la Escuela de Kinesiología de la Universidad de Chile, haber
iniciado la conversación que llevó a este escrito).
Si le sumamos lo que significa un decano contratado para su cargo, no por sus méritos académicos, sino por su prestigio mediático que funciona probadamente como un buen gancho para matricular mas estudiantes (como muchísimos otros decanos en las universidades privadas de nuestro país). Si este señor antes de frustrarse por el fracaso de su sofisticada propuesta de formación de arquitectos, hubiese desarrollado una propuesta formativa a partir de los requerimientos de sus estudiantes y para que decir del país, probablemente su caída hubiese sido menos estrepitosa.
ResponderEliminarManuel Castillo