En los últimos días ha estado en las noticias, sin demasiada
exposición, la iniciativa del Gobierno de pasar la dependencia de la Comisión
Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, al Ministerio de
Economía. Unas cuantas reacciones de agrupaciones de investigadores o de los
Rectores de las Universidades del CRUCH, pero nada más al parecer.
No hemos escuchado ni sabido de reacciones por parte de los
políticos de la “oposición”, ni siquiera de los más izquierdistas. ¿Será que el
tema no es relevante para el país o bien que la contingencia les preocupa más
que el futuro de Chile?
El ministro de economía ha señalado que ha actuado por
instrucciones del presidente de la república. Y no sólo en relación a Conicyt
sino que también al Servicio Nacional de Capacitación y Empleo, SENCE. Dos
organismos relevantes pasan desde el Ministerio de Educación el primero y del
Ministerio del Trabajo el segundo, al Ministerio de Economía.
Volviendo a Conicyt, el ministro declaró que el propósito de
estos es que “unamos el mundo de la
academia en Chile, el mundo de
la investigación con el mundo de la empresa”.
¿Debemos asombrarnos de todo ello? ¿Es algo nuevo? ¿o será
que simplemente se están ordenando algunas cosas de la manera “correcta”?
El único asombro que me produce es el descaro. A diferencia
de otros gobiernos anteriores, la derecha actúa sin careta, impúdicamente,
desafiante.
Tampoco es algo nuevo. Las prácticas en materia de
investigación han estado por años ligadas en medida importante, a los intereses
de las empresas, principalmente a través de “joint ventures” de las
universidades con empresas interesadas en la investigación como la industria
farmacéutica, la metalurgia, el ámbito de las tecnologías, etc. Para qué hablar
del tema de las patentes. No es nuevo que las universidades se asocien con la
empresa privada para tener fondos de investigación aunque signifique haber
vendido de antemano un saber que corresponde a todos los chilenos.
Lo que sucede es que simplemente se está “ordenando” el
sistema; se empodera el Ministerio de Economía, en una apuesta por fortalecer
más aún el control de la empresa sobre la sociedad. ¿Qué pasará entonces con
los fondos para investigar en cuestiones no productivas como la astronomía, el
pensamiento filosófico, la historia, las matemáticas, los problemas de la
polución, la paleobotánica, entre tantos otros? Porque no hay que ser un genio
para entender que los fondos se orientarán a que “toda la inversión publica que
hacemos en I+D en Chile y en ciencia y tecnología tenga un vinculo mayor con el
aparato productivo” (Entrevista al Diario Financiero, de 11.09.2012)
En su Boletín “Más Ciencia para Chile”, Conicyt señala que,
por una parte, la idea de una ciencia administrada por el aparato productivo (o
sus agentes en el gobierno), aparte de ser poco común en el mundo, “además ha llevado a cuestionables
resultados en términos de productividad científica, a constantes tensiones
entre la comunidad científica y los gobiernos, reflejadas en innumerables
protestas, y a una inestabilidad de las políticas nacionales en la materia”. No es por nada que los países desarrollados tiene ubicadas sus iniciativas de apoyo a la investigación científica y tecnológica en los Ministerios de Educación.
¿Por qué no
fortalecer al Ministerio de Educación con estructuras más sólidas y mayores
recursos? ¿Por qué no pensar en un Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación? No pueden hacerlo porque lo que necesitan es una línea de control
directa. Ya no hay que simular nada, ahora hay que actuar impúdicamente.