domingo, 25 de noviembre de 2012

DURACIÓN DE LAS CARRERAS - NUEVAMENTE LA TRAMPA


Nuevamente aparece en el horizonte de la discusión sobre la educación superior el tema de la duración de las carreras. Esta vez no se trata que los estudiantes se titulen o gradúen en el tiempo previsto por el currículo. Se trata, lisa y llanamente, que los estudios duren menos.

¿De dónde surge esta propuesta? ¿Cuáles serían los referentes para sustentarla? ¿Qué efectos e impactos tendría su implantación en nuestro país?

El ministro Beyer anunció hace ya un par de meses que las universidades no accederán a fondos de desempeño a menos que sus carreras tengan una duración de 4 años (240 créditos SCT).  Después, suelto de cuerpo, afirma que no se trata de imposición alguna puesto que las universidades pueden no hacerlo (y quedarse sin fondos, claro está).

El referente son los países de la OCDE, cuyas carreras duran 4 años en promedio. Hay excepciones como arquitectura y medicina, entre otras. En Chile podrían durar 4 años también si los niveles de logro en la enseñanza media fueran comparables a los de la OCDE. Los resultados de las pruebas internacionales como PISA, entre otras, evidencian que Chile se ubica en los últimos lugares, casi como no perteneciendo al conjunto. Difícilmente se puede hacer comparable la educación superior si la educación básica y media tienen tan deficientes logros.

¿A quién(es) conviene el mantenimiento de la situación en la escuela y el cambio en la universidad? Sabemos que la escuela reproduce la inequidad estructural de la sociedad chilena; pero también la produce, siendo agente activo de la misma.  Hay intereses económicos e ideológicos a quienes les conviene mantener la alta segregación.

La propuesta de acortamiento de carreras sigue la misma lógica: segregar la oferta de profesionales entre los de baja calificación (y más baratos) y los de alta calificación (mayores precios). De esta manera si alguien quiere acceder a una alta cualificación tendrá que pagar mayores precios por un grado de magister o una especialización. Un gran negocio, sin duda.

El ministro argumenta que no se trata de eso sino que las carreras de 5 años son más caras para los estudiantes. Olvidando por el momento la (mal) supuesta comparabilidad con los países de la OCDE, en las actuales circunstancias todas las carreras son más caras para los estudiantes, precisamente porque el Estado ha dado la espalda a sus universidades que, también, actuaban como reguladoras de los precios de las carreras.

Si esta medida se implementa podrían preverse algunos impactos como los siguientes:
  •  Degradación de la formación, orientándose fundamentalmente a la capacitación en la realización de tareas complejas pero careciendo de las bases científicas
  • Eventualmente una especialización temprana, contribuyendo a la fragmentación de los títulos en un país con un mercado de empleo tan restringido como el nuestro
  •  La explosión de programas de magister y especialización, sin garantía de calidad, y de costos de origen privado (ya están titulados)
  •  La definitiva dependencia de los currículums universitarios respecto de las demandas de la empresa (“empleadores”)
  •  La incrementada incertidumbre sobre la calidad de la formación y el aumento del consabido negocio de la acreditación.
      Debemos movilizarnos y mantener viva la vigilancia por el aseguramiento y mejoramiento de la calidad de la formación de nuestros profesionales y graduados. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

MATAR LA CREATIVIDAD


Dicen que la creatividad es propia de los humanos. No estoy tan seguro. Pero sí estoy seguro que los humanos hablamos de ella, y mucho, y generalmente sin saber de qué estamos hablando.

Desde la mirada del hombre común, del ciudadano de la calle, uno tiene la vaga noción que la creatividad tiene que ver con hacer algo nuevo, no completamente original, sino que exprese algo que antes no existía o estaba oculto. Así puede haber biólogos, bailarines, literatos, matemáticos, profesores, políticos, etc., creativos, capaces de romper las reglas de lo obvio, del orden establecido, y emprender nuevas rutas, construir nuevas propuestas, abrir horizontes donde no los había o no se podían percibir.

Hoy el país está necesitando nuevas expresiones. En lo político, las elecciones municipales dejaron en claro que los viejos moldes de la democracia representativa y partidaria ya no son tan útiles. Que los intereses de los ciudadanos son transversales a las monsergas ideológicas, a la falsa conciencia que se quiere instalar, a las culpas y responsabilidades que se quieren atribuir. Similares mensajes envían los movimientos estudiantiles, los movimientos ciudadanos del norte y sur del país, las organizaciones comunitarias. El gobierno que prometió el cambio ha fracasado desde el primer día: el cambio sólo ha sido para más, y mucho más, de lo mismo.

Entre las instituciones más fuertes para el achatamiento del espíritu se encuentran la escuela y los medios de comunicación. La primera, porque encapsula a niños y niñas en las categorías de lo correcto e incorrecto, de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y lo malo. En este marco no es posible que las acciones tengan componentes de correcto e incorrecto, según la perspectiva. Tampoco es posible que existan afirmaciones que sean parcialmente verdaderas. Menos aún que lo bueno y lo malo sean relativos a formatos éticos locales.

Ciertamente, si entendemos que la creatividad demanda romper moldes, entonces está condenada a muerte por la escuela. Lo está porque la escuela anula los sueños, los invisibiliza, los condena al exilio.

Para qué hablar de los medios de comunicación que no sólo representan un lado de las cosas sino que con su ramplonería contribuyen a minimizar la capacidad de crítica, acostumbrándonos a la risa fácil, a la diversión momentánea, a vivir vidas ajenas, como si sentarse a mirar fuese una forma de participar. Nos convertimos en voyeristas. La perversión se expresa en la política cuando no sabíamos a qué tendencia pertenecían los candidatos, cuál era su programa, su propuesta para las comunas. Escasas excepciones confirman la regla. Así, hubo que votar por “sonrisas”, “soles”, “pasiones”, “cunas”, en un alarde de carencia de imaginación y honestidad.

Tenemos entre nosotros espíritus creativos, que buscan construir una nueva sociedad, a veces sin tener muy claro cómo será pero al menos sabiendo que no será como la presente.

Quieren eliminar la capacidad de soñar, como si los sueños pudieran vencerse o venderse.  Se equivocan: la estrella de la esperanza seguirá siendo nuestra (Víctor Jara).