Nuevamente aparece en el horizonte de la discusión sobre la
educación superior el tema de la duración de las carreras. Esta vez no se trata
que los estudiantes se titulen o gradúen en el tiempo previsto por el
currículo. Se trata, lisa y llanamente, que los estudios duren menos.
¿De dónde surge esta propuesta? ¿Cuáles serían los
referentes para sustentarla? ¿Qué efectos e impactos tendría su implantación en
nuestro país?
El ministro Beyer anunció hace ya un par de meses que las
universidades no accederán a fondos de desempeño a menos que sus carreras
tengan una duración de 4 años (240 créditos SCT). Después, suelto de cuerpo, afirma que no se
trata de imposición alguna puesto que las universidades pueden no hacerlo (y
quedarse sin fondos, claro está).
El referente son los países de la OCDE, cuyas carreras duran
4 años en promedio. Hay excepciones como arquitectura y medicina, entre otras. En
Chile podrían durar 4 años también si los niveles de logro en la enseñanza
media fueran comparables a los de la OCDE. Los resultados de las pruebas
internacionales como PISA, entre otras, evidencian que Chile se ubica en los
últimos lugares, casi como no perteneciendo al conjunto. Difícilmente se puede
hacer comparable la educación superior si la educación básica y media tienen
tan deficientes logros.
¿A quién(es) conviene el mantenimiento de la situación en la
escuela y el cambio en la universidad? Sabemos que la escuela reproduce la
inequidad estructural de la sociedad chilena; pero también la produce, siendo
agente activo de la misma. Hay intereses
económicos e ideológicos a quienes les conviene mantener la alta segregación.
La propuesta de acortamiento de carreras sigue la misma
lógica: segregar la oferta de profesionales entre los de baja calificación (y más
baratos) y los de alta calificación (mayores precios). De esta manera si
alguien quiere acceder a una alta cualificación tendrá que pagar mayores
precios por un grado de magister o una especialización. Un gran negocio, sin
duda.
El ministro argumenta que no se trata de eso sino que las
carreras de 5 años son más caras para los estudiantes. Olvidando por el momento
la (mal) supuesta comparabilidad con los países de la OCDE, en las actuales
circunstancias todas las carreras son más caras para los estudiantes,
precisamente porque el Estado ha dado la espalda a sus universidades que,
también, actuaban como reguladoras de los precios de las carreras.
Si esta medida se implementa podrían preverse algunos
impactos como los siguientes:
- Degradación de la formación, orientándose fundamentalmente a la capacitación en la realización de tareas complejas pero careciendo de las bases científicas
- Eventualmente una especialización temprana, contribuyendo a la fragmentación de los títulos en un país con un mercado de empleo tan restringido como el nuestro
- La explosión de programas de magister y especialización, sin garantía de calidad, y de costos de origen privado (ya están titulados)
- La definitiva dependencia de los currículums universitarios respecto de las demandas de la empresa (“empleadores”)
- La incrementada incertidumbre sobre la calidad de la formación y el aumento del consabido negocio de la acreditación.
Debemos movilizarnos y mantener viva la vigilancia por el aseguramiento y
mejoramiento de la calidad de la formación de nuestros profesionales y
graduados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario