viernes, 2 de noviembre de 2012

MATAR LA CREATIVIDAD


Dicen que la creatividad es propia de los humanos. No estoy tan seguro. Pero sí estoy seguro que los humanos hablamos de ella, y mucho, y generalmente sin saber de qué estamos hablando.

Desde la mirada del hombre común, del ciudadano de la calle, uno tiene la vaga noción que la creatividad tiene que ver con hacer algo nuevo, no completamente original, sino que exprese algo que antes no existía o estaba oculto. Así puede haber biólogos, bailarines, literatos, matemáticos, profesores, políticos, etc., creativos, capaces de romper las reglas de lo obvio, del orden establecido, y emprender nuevas rutas, construir nuevas propuestas, abrir horizontes donde no los había o no se podían percibir.

Hoy el país está necesitando nuevas expresiones. En lo político, las elecciones municipales dejaron en claro que los viejos moldes de la democracia representativa y partidaria ya no son tan útiles. Que los intereses de los ciudadanos son transversales a las monsergas ideológicas, a la falsa conciencia que se quiere instalar, a las culpas y responsabilidades que se quieren atribuir. Similares mensajes envían los movimientos estudiantiles, los movimientos ciudadanos del norte y sur del país, las organizaciones comunitarias. El gobierno que prometió el cambio ha fracasado desde el primer día: el cambio sólo ha sido para más, y mucho más, de lo mismo.

Entre las instituciones más fuertes para el achatamiento del espíritu se encuentran la escuela y los medios de comunicación. La primera, porque encapsula a niños y niñas en las categorías de lo correcto e incorrecto, de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y lo malo. En este marco no es posible que las acciones tengan componentes de correcto e incorrecto, según la perspectiva. Tampoco es posible que existan afirmaciones que sean parcialmente verdaderas. Menos aún que lo bueno y lo malo sean relativos a formatos éticos locales.

Ciertamente, si entendemos que la creatividad demanda romper moldes, entonces está condenada a muerte por la escuela. Lo está porque la escuela anula los sueños, los invisibiliza, los condena al exilio.

Para qué hablar de los medios de comunicación que no sólo representan un lado de las cosas sino que con su ramplonería contribuyen a minimizar la capacidad de crítica, acostumbrándonos a la risa fácil, a la diversión momentánea, a vivir vidas ajenas, como si sentarse a mirar fuese una forma de participar. Nos convertimos en voyeristas. La perversión se expresa en la política cuando no sabíamos a qué tendencia pertenecían los candidatos, cuál era su programa, su propuesta para las comunas. Escasas excepciones confirman la regla. Así, hubo que votar por “sonrisas”, “soles”, “pasiones”, “cunas”, en un alarde de carencia de imaginación y honestidad.

Tenemos entre nosotros espíritus creativos, que buscan construir una nueva sociedad, a veces sin tener muy claro cómo será pero al menos sabiendo que no será como la presente.

Quieren eliminar la capacidad de soñar, como si los sueños pudieran vencerse o venderse.  Se equivocan: la estrella de la esperanza seguirá siendo nuestra (Víctor Jara). 

1 comentario:

  1. Cuánto bien nos haría que la educación permitiera conquistar la libertad, entendida como el ejercicio de la voluntad guiado por la inteligencia. Lamentablemente, la modernidad redujo la libertad a la elección, sin importar si lo que se elige es bueno o malo.
    Qué bueno sería que la educación reconociera su papel de dar un rostro y un corazón direccionado por el amor y la justicia.

    ResponderEliminar