Dicen que la creatividad es propia de los humanos. No estoy
tan seguro. Pero sí estoy seguro que los humanos hablamos de ella, y mucho, y
generalmente sin saber de qué estamos hablando.
Desde la mirada del hombre común, del ciudadano de la calle,
uno tiene la vaga noción que la creatividad tiene que ver con hacer algo nuevo,
no completamente original, sino que exprese algo que antes no existía o estaba oculto. Así puede haber
biólogos, bailarines, literatos, matemáticos, profesores, políticos, etc.,
creativos, capaces de romper las reglas de lo obvio, del orden establecido, y
emprender nuevas rutas, construir nuevas propuestas, abrir horizontes donde no
los había o no se podían percibir.
Hoy el país está necesitando nuevas expresiones. En lo político,
las elecciones municipales dejaron en claro que los viejos moldes de la
democracia representativa y partidaria ya no son tan útiles. Que los intereses
de los ciudadanos son transversales a las monsergas ideológicas, a la falsa
conciencia que se quiere instalar, a las culpas y responsabilidades que se
quieren atribuir. Similares mensajes envían los movimientos estudiantiles, los
movimientos ciudadanos del norte y sur del país, las organizaciones comunitarias.
El gobierno que prometió el cambio ha fracasado desde el primer día: el cambio
sólo ha sido para más, y mucho más, de lo mismo.
Entre las instituciones más fuertes para el achatamiento del
espíritu se encuentran la escuela y los medios de comunicación. La primera,
porque encapsula a niños y niñas en las categorías de lo correcto e incorrecto,
de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y lo malo. En este marco no es posible
que las acciones tengan componentes de correcto e incorrecto, según la
perspectiva. Tampoco es posible que existan afirmaciones que sean parcialmente
verdaderas. Menos aún que lo bueno y lo malo sean relativos a formatos éticos
locales.
Ciertamente, si entendemos que la creatividad demanda romper
moldes, entonces está condenada a muerte por la escuela. Lo está porque la
escuela anula los sueños, los invisibiliza, los condena al exilio.
Para qué hablar de los medios de comunicación que no sólo
representan un lado de las cosas sino que con su ramplonería contribuyen a
minimizar la capacidad de crítica, acostumbrándonos a la risa fácil, a la
diversión momentánea, a vivir vidas ajenas, como si sentarse a mirar fuese una
forma de participar. Nos convertimos en voyeristas. La perversión se expresa en la política cuando no sabíamos
a qué tendencia pertenecían los candidatos, cuál era su programa, su propuesta
para las comunas. Escasas excepciones confirman la regla. Así, hubo que
votar por “sonrisas”, “soles”, “pasiones”, “cunas”, en un alarde de carencia de
imaginación y honestidad.
Tenemos entre nosotros espíritus creativos, que buscan
construir una nueva sociedad, a veces sin tener muy claro cómo será pero al
menos sabiendo que no será como la presente.
Quieren eliminar la capacidad de soñar, como si los sueños
pudieran vencerse o venderse. Se equivocan: la estrella de la esperanza seguirá siendo
nuestra (Víctor Jara).
Cuánto bien nos haría que la educación permitiera conquistar la libertad, entendida como el ejercicio de la voluntad guiado por la inteligencia. Lamentablemente, la modernidad redujo la libertad a la elección, sin importar si lo que se elige es bueno o malo.
ResponderEliminarQué bueno sería que la educación reconociera su papel de dar un rostro y un corazón direccionado por el amor y la justicia.