Hoy por hoy, como hace años ya, los estudiantes interpelan al sistema, denuncian los abusos y reclaman el cumplimiento de las promesas que se han hecho a la población. Esta “copia del Edén” se ha revelado como no feliz, no es el oasis arrogantemente proclamado, no es la barca que zarpó abandonando América Latina rumbo al “desarrollo”: es una mentira.
Una conciencia que recorre clases, edades, etnias, posiciones políticas, religiosas, etc., se ha revelado finalmente en forma masiva. Es la rebelión del oprimido contra el opresor. Nuestras relaciones, particularmente en el campo de la enseñanza que es el que nos interesa aquí, están permeadas de asimetría. No se trata de descalificar la asimetría como algo intrínsecamente malo o perverso. Por el contrario, la asimetría es constitutiva de las interacciones en la naturaleza, y una de las bases de la colaboración. En el campo de lo humano, sin embargo, la asimetría puede desfigurarse y convertirse en una relación de abusos en que algunos se imponen a otros sin tener argumento sustantivo para ello, excepto el de la fuerza.
El aula es un espacio relacional en que existe asimetría: se entiende que el docente tiene mayor formación que los estudiantes en aquello que se supone es experto. Sin embargo, el aula está también permeada de autoritarismo tanto como de autoridad. Y eso no depende solamente del docente como persona, sino que se instala institucionalmente desde la misma arquitectura hasta las normativas y las lógicas evaluativas. De alguna forma, la institución se manifiesta como una carrera de obstáculos que debe ser superada.
Hasta ahora hemos vivido en la convicción que esta forma es lo “normal” y lo propio de la relación docente-estudiante. Pero, las cosas han cambiado radicalmente. Los estudiantes tienen mucha mayor conciencia de su capacidad. Están empoderados y con toda certeza proyectarán su protesta también hacia el interior de la universidad. Así entonces, ¿cómo nos plantearemos cuando los estudiantes nos interpelen en el aula acerca de la protesta reciente?
Una posibilidad es mirar para el lado y asumir que no pasará nada. Pero ello no evitará que se produzcan las interpelaciones: “Profe, ¿y Ud. qué piensa de la protesta?” “Profe, ¿y fue a alguna marcha?” y otras similares.
La otra posibilidad es adelantarse a las interpelaciones y poner condiciones que dificulten entrar en el tema. Por ejemplo, argumentando que como se han perdido clases es necesario recuperar el “tiempo perdido”.
Ambas opciones requieren ponerse a la defensiva y diseñar sistemas de respuesta que permitan mantener el control del aula en el docente. No parece sano, ni razonable, ni –menos aún– académico.
¿Qué hacer, entonces? Algunas vías de acción se presentan a continuación, relacionadas con el rol del docente, las posibilidades didácticas, el desafío al currículum.
Primero, en cuanto adultos responsables nos corresponde poner el tema puesto que el aula es un espacio de formación. A la vez, asumir la responsabilidad que tenemos como formadores. No es lógico ni ético decir: “A mí me pagan por hacer clases de xyz, no para hacer política”. Un docente es en primer lugar un ciudadano, al que le competen los derechos y los deberes del mismo. Entre estos último el deber de educar en los valores democráticos a los estudiantes.
Para ello, una propuesta didáctica puede ser dar espacio para el debate, que permita tanto discutir la contingencia como asociarla a los saberes del módulo, el sentido de la profesión, la construcción de ciudadanía. Abrir un debate es un compromiso en que el docente debe asumir un rol: ¿moderador, conductor, participante?
También se puede ir más allá de la contingencia, provocando al currículum e interrogarlo sobre el grado y medida en que la formación ofrecida apunta auténticamente a la formación de la profesión como una forma de ser en la ciudadanía antes que en el mercado.
Finalmente, un nuevo espacio formativo implica la necesidad de reconfigurar nuestro ethos universitario, las formas habituales de relacionarnos en los diferentes ámbitos y referentes, en el espíritu de lo que señala Alfonso X El Sabio respecto de la universidad: "ayuntamiento ... que es fecho en algún lugar para cultivar los saberes". Búsqueda antes que transmisión. Debate antes que instrucciones. Democracia epistemológica antes que autoritarismo.
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