La presidenta de la República ha señalado 50 medidas a
cumplir durante los 100 primeros días de su gobierno. Frente a la educación
superior señaló: “Para tener una
educación pública de calidad, el Estado tiene que jugársela por las
universidades estatales en todo el país. Enviaremos al Congreso el proyecto de
ley que crea dos nuevas universidades públicas regionales en Aysén y O’Higgins,
las que deberán comprometerse efectivamente con el desarrollo local. ”
Esta declaración tiene algunas implicancias que podríamos destacar.
Primero que la educación de calidad se garantiza teniendo
universidades estatales. Pero el carácter estatal no garantiza la calidad. Esta
se resuelve de otras maneras y no sólo por efecto de comparación de las
estatales y las privadas. Se requiere una acción específica y explícita del
Estado para el aseguramiento de la calidad con estándares elevados que sean
aplicables tanto a públicas como privadas.
Tiene razón la Presidenta al declarar que el Estado ha de jugársela por la universidades estatales. Pero eso no se resuelve creando
dos nuevas universidades –sin discutir su conveniencia o no. El Estado comenzó
a abandonar sus universidades a contar de la reforma de 1981, cuando la
dictadura abre el espacio para la proliferación de instituciones privadas, con
mínimos requerimientos, y obliga a la universidad estatal a jugar en el terreno de la empresa privada. Se trata ahora de recuperar al menos un porcentaje del
financiamiento (la dictadura aseguró el 50% del presupuesto vía financiamiento
estatal; la Universidad de Chile recibe alrededor del 15%). El Gobierno de
Michelle Bachelet debe hacerse cargo de la sistemática destrucción de la
universidad estatal iniciada por la dictadura y continuada por todos los
gobiernos posteriores, incluyendo su primer mandato. Si no se asegura el
financiamiento, todo lo demás será maquillaje.
La educación superior chilena requiere del Estado también
para la generación de estándares y comparabilidades. En efecto, nadie sabe la
diferencia entre ser profesor titular en la universidad A o en la B. Para qué
hablar de las remuneraciones: al interior de una misma universidad pueden
encontrarse diferencias de 300% o más para idénticos jerarquías y contratos, pero
de diferentes campos disciplinares.
El compromiso con el desarrollo local es una demanda clara y
explícita en la medida propuesta. Nos preguntamos cómo se traducirá ese
compromiso: ¿formación profesional, educación continua, investigación básica y
aplicada, extensión, participación en la gestión regional? Cualquiera sea ese
compromiso, es necesario conocer los recursos con que se contará, y eso no
comprende sólo lo referido a instalaciones y equipamiento sino que,
principalmente, la dotación de capital humano de alta calificación que a la vez
decida instalarse en regiones sin ceder a la tentación centralista.
La universidad estatal no se defenderá solamente por la vía
de “educación gratuita” porque esa medida favorecerá a jóvenes y familias, pero
para la universidad significará solamente que los ingresos provendrán de otra
parte, pero en ningún caso ello implica un aumento en los aportes estatales
directos a las universidades públicas.
Es necesario entonces, que se establezcan los acuerdos
y compromisos de las universidades públicas con el Estado, definiendo un “Nuevo
Trato” como ha insistido hasta el cansancio el Rector de la Universidad de
Chile.
Muy de acuerdo Gustavo. La calidad se ha convertido en un eslogan que se repite y repite, pero hasta ahora aparece vacío de contenidos. ¿Y qué va a pasar con el financiamiento de las universidades estatales existentes? ¿Las nuevas universidades regionales tendrán un tratamiento diferente? Estamos expectantes y llenos de preguntas.
ResponderEliminarHola Pedro, efectivamente la calidad ha pasado a ser un término prácticamente vacío. Incluso la propuesta de calidad que hace la CNA y la propia ley de calidad, hablan básicamente de "calidad como consistencia" o cumplimiento de los compromisos. Pero nadie dice si esos compromisos son los que necesita el país. Por ejemplo, para algunas la calidad tiene que ver con cuánta plata entra ("somos de calidad, por eso nos compran"), lo que es claramente una falacia. Calidad debería entenderse en referencia a las necesidades del país y de los sectores más necesitados, por ejemplo
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