domingo, 1 de agosto de 2010

¿Nada nuevo bajo el sol?

Hace unos días se supo de una nueva iniciativa en el Ministerio de Educación en relación al fenómeno del “bullying” o violencia en las escuelas. Lo primero a notar es que el fenómeno no es nuevo, pero sí es verdad que su intensidad parece haberse incrementado. Al menos es lo que los medios de comunicación han señalado.
Más allá de esa discusión, lo interesante es la propuesta de enfrentarlo. Como siempre, el Ministro despliega sus dotes para sorprendernos, para asombrarnos, puesto que a nadie se le había ocurrido una solución tan sencilla. Aunque esta vez no parece haber sido su idea sino de los honorables senadores Allamand y Chadwick (ver http://www.mineduc.cl/index2.php?id_contenido=11785&id_portal=1&id_seccion=10). El proyecto busca enfrentar los problemas de clima en las escuelas, focalizando los considerados inapropiados, entre ellos el acoso entre estudiantes; se incluyen las faltas de respeto de alumnos a profesores y también de profesores a alumnos.
Ya no se trata de estigmatizar a una escuela (semáforos). Se trata que los profesores tendrán obligatoriamente que denunciar a la autoridad escolar a aquellos estudiantes que practiquen ciertos comportamientos que la ley señalará. En otras palabras, que los profesores se transformen en soplones.
Más que generar condiciones para conquistar la confianza de niños y niñas y dejarse conducir en procesos formativos auténticos y significativos, que los profesores se conviertan en guardias y agentes de información de las –qué duda cabe- medidas de represión que seguirán inmediatamente (No sabemos qué pasará si un profesor se niega a ello; ¿qué cree Ud?)
Esta lógica perversa no es nueva. La represión como única respuesta ante conductas violentas es la forma en que ciertos sectores reaccionan frente a lo que consideran una amenaza. No se detienen a pensar que eventualmente podría haber otras formas. La denuncia, el soplonaje, la reinstalación de los “sapos” se reeditan como estrategias para mantener el “orden social”, es decir, que los que están arriba sigan arriba y los de abajo, se mantengan allí. Que la distancia no se acorte; ojalá aumente.
Llevando esta forma de pensar y actuar a los diferentes planos, podremos pensar en la reedición de conductas como las que vivimos durante la dictadura, cuando los compañeros de trabajo no sabían quién era el soplón de los servicios de “inteligencia”.
Los estudiantes no sabrán quién es el profesor soplón de la escuela o liceo; quizás son todos, si están obligados. ¿Cómo confiar en ellos?
¿Y en la universidad? Claro, no hay bullying pero hay muchachos y muchachas que promueven todo tipo de desórdenes, impidiendo que los verdaderos estudiantes puedan dedicarse a lo único importante: el estudio. ¿Por qué no tener profesores o estudiantes que informen de estas actividades? Total, ya sabemos cómo hacerlo y de qué se trata.
¿Y el soplonaje en los hospitales y servicios públicos? ¿o también entre los miembros de las fuerzas armadas? ¿y en los jardines infantiles? -ojo, Sra Ossandón. Y suma y sigue. ¿Llegará el momento en que entre los mismos miembros del gobierno se espíen y delaten entre ellos?
Cuando se dice “ni perdón ni olvido”, el "ni olvido" también se refiere a estas prácticas.
Pero el Ministro es inmune, impermeable a estas razones. No podría ser de otra manera.

4 comentarios:

  1. Estimado Profesor:
    Creo que uno de los graves problemas que ha tenido la "gestión" del MINEDUC en las últimas décadas, es que sus ministros no han sido profesores (ni de profesión, ni menos de aula). Ya lo decía el Doctor Angélico: "Nemo dat quod non habet"... entonces, "no le pidamos peras al olmo".
    Ojalá los ministros de educación supieran en carne y hueso lo que es estar todo el día en aulas pequeñas o con 45 alumnos, con estudiantes de familias vulnerables o con alumnos que simplemente no les interesa aprender.
    Ni perdón... pues no podemos perdonar a los malos profesores, malos padres o malos alumnos; ni menos olvido... pues no debemos olvidar que el único y sagrado fin de la escuela es "enseñar" y el de los alumnos "aprender".

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  2. Nuevamente la escuela como un gran panóptico. El problema a mi juicio es que se da más de lo mismo. Es reproducir la violencia estructural en la escuela. En este discurso, la escuela no es el problema, sino la contaminación que viene de afuera, los malos elementos. Toda funciona bien, y se requiere mano dura para alinear la desviación.
    ¿Por qué es tan difícil pensar en estrategias centradas en lo formativo, en la resignificación y re-invención de la escuela?

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  3. Partamos por algo obvio: ¿Es necesario hacer leyes para que el profesor informe sobre el acoso que sufren algunos miembros de la comunidad? Plantearse la pregunta es tan absurdo como la otra iniciativa de ley que busca condenar a aquellos alumnos que golpeen a un profesor. Estas medidas solo demuestran el debilitamiento del contrato social. Lo único que se producirá, a mi juicio, con esta mirada reaccionaria frente a fenómenos profundos, será la saturación de la norma, que, paradógicamente, es síntoma y causa a la vez del requebrajamiento de dicho acuerdo. En tal sentido, el panóptico está en ruinas, socavado por su falta de legitimidad, condenado a un autoritarismo mucho ramplón y explícito que el que denunciaron con lucidez los teoricos criticos de mediado del siglo XIX. Arriba la resistencia con propuesta!

    M.P.R.

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  4. Creo que hay un tema de fondo,¿qué tipos de valores o antivalores promueven las escuelas en el presente siglo?
    Los docentes, ¿que valores enseñamos con el ejemplo,ejercitamos un "modelado de la ejemplaridad" como diría Camps. O nos mantenemos impasibles mientras la violencia se toma impunemente las aulas? Somos corresponsables de esta violencia que crece en indíces alarmantes.

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