Esta mañana de Domingo he escuchado en la radio a la extraordinaria Lila Downs y su canto de respaldo a la mujer y su denuncia ante las múltiples formas de violencia que ésta sufre a lo largo y ancho del mundo y en el curso de la historia.
Sabemos que la violencia contra la mujer no es nueva. De hecho, cuando en el Génesis el hombre la acusa “La mujer que me diste por compañera …” y el mismo Dios la condena “parirás a tus hijos con dolor…”, se instala en el imaginario una visión de la mujer como fuente del pecado y objeto del castigo, no por lo que cada una hace, sino por el simple y puro hecho de ser mujer. Y esto no es cuestión de la sociedad occidental solamente, sino que es compartido en otras culturas donde, al menos según las noticias, la mujer no tiene una posición privilegiada. Todo lo contrario.
Por cierto, nuestra copia feliz del Edén no iba a quedarse atrás. Los medios de comunicación se han empeñado en focalizar la violencia sobre la mujer en los actos de violencia física, que no son menores ni irrelevantes. Lo que pasa es que no son todos, ni siquiera los más frecuentes. Pero estos últimos se acallan o se invisibilizan convenientemente.
También encontramos la violencia verbal, dentro y fuera del hogar, en la calle y el trabajo.
La violencia psicológica, cuando se la disminuye por ser mujer o se la convierte en “mina” rebajándola en su rol de profesional, trabajadora, madre, en fin, como persona, transformándola en un pedazo de carne listo para ser consumido.
La violencia de los pasquines que cuelgan de los kioscos que las presentan como un objeto de consumo, (semi) desnudas, ofrecidas al apetito voraz de consumidores de todo tipo y a las violaciones simbólicas que ello conlleva.
La violencia institucionalizada cuando las isapres condenan a la mujer a pagar más que los hombres sólo por ser tal y correr el “peligro” de quedar embarazada.
La violencia que significa que los hombres dejemos que ellas carguen con todo el trabajo del hogar, aparte del trabajo fuera de la casa, como si los hijos fueran su culpa y única responsabilidad... además de atendernos a nosotros.
La violencia que ejercen las instituciones como los partidos políticos, las iglesias y otras organizaciones, que suelen dejarlas fuera o simplemente les niegan derechos que los hombres disfrutan.
La violencia que se multiplica cuando la mujer además es pobre y, para qué decir, es india. Pregúntenle a las mujeres del pueblo mapuche, del pueblo aymara.
En este marco, ciertamente las expresiones de la Directora de la JUNJI, Ximena Ossandón, no pueden ser más tristemente desacertadas aunque, eventualmente, no podría esperarse otra cosa. Y esa también es violencia...
La violencia de género está lejos de ser erradicada. En América Latina, las mujeres son sujetas a un sinfín de modalidades de violencia desde las más sútiles hasta las más descarnadas y deplorables. Aún falta mucho por hacer, a pesar que el siglo XX inaugura la era de los derchos humanos para las mujeres.
ResponderEliminarSexismo ha existido siempre y creo que, mientras tengamos humanidad caída, seguiremos sufriendo este flagelo. Otra cosa es lo desagradable que suena el: alumnos... alumnas o pilotos... pilotas, como para "no ofender al sexo opuesto"; honestamente, lo encuentro ridículo. Este tema del sexism partió años atrás en el mundo anglosajón donde algunas se ofendian por el término "mankind" queriendo cambiarlo por "humankind".
ResponderEliminarEl respeto es necesario, pero creo que este respeto de género va más allá El o Ella. Ah, a propósito del Génesis... Ipse, ipsa, ipsum Génesis 3, 15.