En la copia feliz del Edén hay cosas que no se hacen, no deben hacerse. Una de ellas es abrir la boca y decir lo que uno piensa, particularmente cuando se está asociado a alguna institución como, por ejemplo, el Gobierno. En esta perspectiva podemos considerar las expresiones del Ministro del Interior en relación a la propuesta de indulto que se espera de la jerarquía de la Iglesia Católica. Pero también caben en la misma categoría las palabras del ex-embajador Otero.
Al parecer aquí entran en conflicto por una parte la libertad de expresión y, por otra, los intereses de grupos o instituciones. Es comprensible que si alguien participa en una institución (el gobierno, una iglesia, un partido político) de alguna manera supedita sus propias opiniones a las del grupo de referencia al que está adscrito o, más aún, representa. También, se espera que exista un campo importante de convergencia entre las convicciones personales y las propuestas institucionales. Lo contrario sería caer en la hipocresía.
De esto parecerían desprenderse algunas implicancias tanto para los individuos como para las instituciones en que éstos participan o representan.
Para los individuos, por ejemplo, podría plantearse
- No te metas en un grupo o institución si no crees en sus principios o propuestas
- Si lo haces, actúa como si estuvieras convencido; de otra manera serás expulsado del grupo o sacado del cargo
- Si, a pesar de todo, abres la boca y dices lo que piensas, luego tienes que declarar “no fue mi intención ofender a nadie” o “nunca quise señalar que estaba en contra de …”, o cualquier otra expresión que resuelva las cosas
- Si has abierto la boca y pedido disculpas, recuerda que en estas materias no hay olvido; mejor te buscas otro paraguas donde cobijarte, otro empleo, otro patrón
Para los líderes de las organizaciones o instituciones, también existen algunas lecciones y principios de acción derivados:
- No todos los que están junto a ti están ahí porque creen en ti o en tus propuestas; hay quienes están sólo por su propio beneficio
- Cuando pongas a alguien en un cargo, revisa primero su historial y, en todo caso, recuérdale a cada momento que representa a la institución y no a sí mismo
- Si dice lo que piensa, señálale la necesidad de disculparse públicamente y luego búscale un destino pero no a tu lado
- El discurso es más importante que los hechos; lo que sale en la TV es más real que la realidad; somos los buenos y ellos los malos.
Recuerdo a David Gallagher quien en un capítulo de “El desafío neoliberal” afirma que la hipocresía cunde por todas partes en Chile, y ello se asocia "al autoritarismo de su sala de clases". Por su parte, la RAE define hipocresía como “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. El arte del fingimiento parece ser todavía una condición necesaria para vivir en esta copia (feliz) del Edén.
Para mi en estos meses me ha quedado muy claro el espíritu ciudadano y democrático de nuestros gobernantes: Hemos tenido una dictadura que no se sintió, amenazas por el humor político, bromas fascistas (matar a los opositores con dos militares)(concejal UDI), comentarios denigrantes hacia los homosexuales (Larrain 1), hacia las mujeres en general (Larrain 2), hacia las mujeres que trabajan en particular (Ossandon)....y llevamos 120 días.
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