Ya es un hábito para nosotros considerar que la realidad es lo que nos muestran los medios de comunicación de masas. La lógica de esta instalación señala que si no está en las noticias es porque no tiene importancia. Peor aún, que no existe.
Por esa razón es que nadie se asombra de la tremenda violencia que se vive en el país. Por una parte la represión física de los estudiantes: baste recordar cuando fueron apaleados y las fuerzas policiales ingresaron a la Casa Central de la Universidad de Chile en los momentos que el Rector asumía su segundo período rectoral. O hace unos cuantos días, que ingresaron a la Facultad de Arquitectura y al sitio de la Torre de Servicios Centrales lanzando agua y gases lacrimógenos. También estaban allí el Rector, los directivos superiores, decenas de funcionarios y cientos de estudiantes. Pero eso no sale en las noticias. Tampoco existe la represión sufrida por los estudiantes secundarios que reclaman mejor educación, mejores condiciones físicas de los establecimientos deteriorados; jóvenes estudiantes que simplemente demandan el derecho que les consagra la propia Constitución de la República, que exigen lo que les corresponde y pertenece por derecho.
También la violencia de los presos mapuche que reclaman ser juzgados por la justicia ordinaria y no por la militar. Pero están sometidos a la Ley Antiterrorista. ¡Vergüenza para los gobiernos de la Concertación y los parlamentarios que no tuvieron los cojones para eliminar un relicto de la dictadura; peor aún, que lo utilizaron descaradamente! Peor aún, ahora el Presidente va a la Región de la Araucanía y no tiene una palabra sobre el problema mapuche. Calla y lo condena a la invisibilidad pública, es decir, a la no-existencia. .
No sigamos porque la lista es demasiado larga: la violencia de la pobreza, de los damnificados del terremoto que al parecer están todos bien y felices; de los deudores habitacionales. La violencia que significa para los niños y niñas más pobres ser etiquetados con una luz roja por el propio Ministro de Educación. Fueron noticia (existieron) cuando el poder político los pronunció. Dejaron de serlo: ya no existen.
¿Dónde están los defensores del pueblo que prometieron todo con tal de llegar al Parlamento? Derecha podíamos esperarlo; pero ahora lo esperamos de quienes ahora son oposición y que durante 20 años mantuvieron una ley maldita como la antiterrorista para ocuparla contra sus propios conciudadanos.
Un sistema que hace invisible la violencia es un sistema corrupto desde su núcleo más profundo, en cuanto traiciona las bases mismas de la democracia: el respeto activo a la dignidad de todos y todas quienes formamos parte de esta sociedad.
Y esta traición no es endosable solamente a la derecha o a la dictadura.
Lo fuerte que puede ser la omisión, invisibilisa.
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